En los últimos años, Mayerlín ha observado un dramático aumento entre el número de casos de niñas y niños de origen venezolano que tiene que albergar en su casa-hogar.
Desde hace más de 20 años, Mayerlín Vergara Pérez, identificó su sentido de vida. Ese camino se hizo aún más claro al ver el destino que les espera a cientos de menores venezolanos, quienes en medio de la crisis que vive su país, han llegado a Colombia. Muchos de ellos van a parar a manos de traficantes de personas y redes de prostitución.
Mayerlín es coordinadora regional para la Guajira de la Fundación Renacer, y desde su trabajo en la ciudad de Riohacha, a unos 90 kilómetros de la frontera con Venezuela, ha sido testigo del drama que enfrentan muchos de los niños refugiados migrantes y los más vulnerables en su propio país. Su determinación la llevó a actuar para frenar la llamada “esclavitud moderna”.
Su labor se centra en rescatar a los menores y ofrecerles un modo de vida que les permita superar su trauma, los dignifique como seres humanos, los aleje del peligro y les proporcione un sentido a sus vidas. Todo ello a través de terapia y la capacitación profesional.
En los últimos años, Mayerlín ha observado un dramático aumento entre el número de casos de niñas y niños de origen venezolano que tiene que albergar en su casa-hogar.
“Nosotros seguimos atendiendo niños y niñas colombianos y a menores refugiados-migrantes venezolanos. “El aumento de niños refugiados ha sido significativo, nunca habíamos tenido el 50% de los niños que atendemos en el hogar que fueran refugiados o migrantes”, asegura Mayerlín al describir la dimensión del fenómeno. “Creo que es una problemática que hay que estudiarla, que hay que analizarla y atenderla, la estamos atendiendo, pero esto es un problema de largo aliento”, indicó Vergara Pérez a la Voz de América.
Las autoridades migratorias colombianas indican que entre 2015 y 2019, se ha observado un aumento del 23% de víctimas de trata de personas, y que en su mayoría son refugiados y migrantes venezolanos.
Desde la labor que realiza Mayerlín y la zona en la que trabaja, asegura que el flujo migratorio mixto y otras dinámicas son el caldo perfecto para concentrar este tipo de actividades delictivas y que afecta en su mayoría a la niñez.
“Acá hay un impacto profundo emocional generado por la misma migración. Es decir, no es fácil para una familia, para un niño, para una niña, dejar su tierra dejar, su cultura, dejar su casa dejar su escuela, dejar su trabajo, atravesar por una trocha por un camino ilegal en donde hay tantos peligros”, señaló Vergara Pérez en entrevista con V360.
Según ACNUR, el mayor número de víctimas de trata de personas y explotación sexual se encuentra en las Américas. Y según un informe global de trata de personas, del total de víctimas, el 51% son mujeres y el 37% niñas y niños. En el caso de la situación en la frontera entre Colombia y Venezuela, existen agravantes que hacen más vulnerables aún a las víctimas.
“Ya de por sí son unas regiones bastante difíciles por el tema fronterizo, por la presencia de grupos armados y por temas complejos que afectan a nuestro país. Pero sobretodo, en los últimos años, el aumento de niñas y mujeres, yo diría que no se dedican a la prostitución como una forma de vivir, sino que son vinculadas a muchas formas de violencia sexual”, sostiene Luz Stella Cárdenas, fundadora y directora de Renacer, la organización sin ánimo de lucro para la que trabaja Mayerlín y que ayuda a niños y a jóvenes víctimas de trata de personas y violencia o explotación sexual.
Marcas casi indelebles entre las víctimas
Camilo Andrés Domínguez Cantillo, recuerda vívidamente cómo cayó en una red de trata de personas. Por mucho tiempo, se sintió culpable y esto sólo fue, como el lo describe, el abrebocas de peores situaciones que tuvo que vivir. “Caí en una red de prostitución en Cartagena de Indias, de pronto por el desenfoque que tenía a a nivel familiar, no me entendía con ellos y no tenía apoyo de la familia. Conocí una persona que resultó siendo una red de tráfico de niños y niñas”.
Tiempo después llegó a la Fundación Renacer, en donde conoció a un grupo de jóvenes que también habían vivido situaciones similares o peores. Allí, empezó un proceso de recuperación, con la ayuda de profesores, psicólogos y terapia.
El camino a la recuperación total es larga, pero Mayerlín Vergara Pérez sigue comprometida con su propósito de vida. Algún día, ella espera poder hablar de la erradicación de la explotación sexual de niñas y niños. Mientras tanto, refuerza la labor que desempeña en la Fundación Renacer. Bajo su liderazgo, la institución también tiene un norte definido: Atender de manera integral a las víctimas.
Este año ACNUR le otorgó el Premio Nansen para los Refugiados. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados reconoció su dedicación como educadora, protectora y defensora de los derechos de las víctimas de la trata de personas y la explotación sexual.