También llamado caimán llanero, esta es una de las especies colombianas en mayor riesgo de extinción. Por eso, para apoyar la reproducción del reptil en vida silvestre y la recuperación de sus poblaciones, dos machos y 12 hembras fueron liberados en el río Tomo, dentro del Parque Nacional El Tuparro.
El pasado sábado fueron liberados 14 cocodrilos del Orinoco adultos (Crocodylus intermedius), criados en las instalaciones de la Estación Biológica Tropical Roberto Franco (EBTRF), de la Universidad Nacional. Todos se llevaron hasta el río Tomo, en Vichada, dentro del Parque Nacional El Tuparro.
La intención de esta reintroducción tuvo como finalidad seguir apoyando el regreso de individuos de la especie a su hábitat, que poco a poco consigan la recuperación de sus poblaciones, actualmente diezmadas casi hasta la extinción. El caimán llanero, otro de los nombres comunes con el que se conoce a este cocodrilo, está categorizado como En Peligro Crítico, porque, según los cálculos más optimistas, en Colombia podrían quedar menos de trescientos ejemplares en vida silvestre.
La liberación concentró un gran esfuerzo logístico, realizado precisamente por profesionales de la EBTRF y Parques Nacionales Naturales, con el apoyo técnico de la Universidad de la Florida y el Proyecto Vida Silvestre (PVS), liderado por WCS Colombia, Fondo Acción y Ecopetrol. La Fuerza Aérea Colombiana (FAC) se unió a este empeño y jugó un papel trascendental*.
Serán rastreados con transmisores
Pilar Aguirre, especialista en monitoreo de WCS y quien participó en todo este proceso de reintroducción, explica que dentro del grupo que volvió a la libertad hay 12 hembras y 2 machos. Se esperaría que cada uno de los machos pueda crear un grupo con al menos 6 hembras.
Todos los caimanes crecieron en la EBTRF, en donde se estudiaron hasta determinar su diversidad genética, lo que garantizará una reproducción saludable, libre de endogamia (cruces entre parientes).
A 13 de ellos se les instalaron transmisores satelitales (a dos machos y a 11 hembras), que permitirán seguir sus recorridos durante dos años y estudiar, o analizar, sus sitios de descanso, anidación o reproducción, y en últimas su establecimiento en el río Tomo.
Pesan más de 100 kilos
Además de un reto científico para que los cocodrilos llegaran a este momento en condiciones físicas optimas, su traslado hasta El Tuparro representó todo un desafío que incluyó muchos días de preparación y la dedicación de decenas de personas.
Los 14 reptiles elegidos, que crecieron en la EBTRF, situada en el centro de Villavicencio —y donde se refugian más de 400 individuos, muchos de ellos juveniles— habían sido llevados hace año y medio al Bioparque Merecure, situado en la vía que de Villavicencio conduce a Puerto López, y donde encontraron un escenario muy parecido a su entorno definitivo. Y fue precisamente en el bioparque donde, en días pasados, se inmovilizaron y acondicionaron con los transmisores. Adicionalmente, cada uno de ellos fue introducido en un guacal de madera.
Desde Merecure, también por carretera, se llevaron a la base de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) de Apiay (Meta), en un recorrido de 12 kilómetros, aproximadamente. Desde allí, un avión militar se encargó de trasladarlos el sábado pasado hasta Marandúa, comando de la FAC ubicado en Vichada. Y una vez desembarcados, fueron transportados, otra vez por tierra y durante al menos otros 30 minutos, hasta el punto donde se liberaron ayer: un sector adecuado sobre las playas del Tomo. Hay que tener en cuenta que todo lo anterior se logró con individuos de más de tres metros de largo y que superan fácilmente los 100 kilos.
No es una jornada inédita
Esta liberación no es un hecho aislado. Ya se han hecho otras jornadas similares, y en los últimos años, dirigidas por Rafael Antelo, experto en el cocodrilo del Orinoco, apoyado por la Fundación Palmarito. Él ya llevó a su medio natural 217 juveniles, a los que se les ha hecho monitoreo en las Reservas de la Sociedad Civil La Aurora, Palmarito, Corozito y Hato Venecia, todas en Casanare; igualmente en los ríos Cravo Norte (Arauca), así como en el Tomo. Parte de estos esfuerzos han estado apoyados por el Proyecto Vida Silvestre (PVS). A su vez, desde el 2015, la Estación Biológica Tropical Roberto Franco (EBTRF) ha liberado 23 ejemplares en los ríos Lozada, Guayabero, Guarrojo y Manacacías, en La Macarena, incluso con la posibilidad de monitorear sus comportamientos con transmisores de radiofrecuencia y telemetría satelital. Según los seguimientos efectuados, a pesar de que los cocodrilos nacieron y se desarrollaron en cautiverio, pudieron salir a comportarse normalmente y con base en su instinto.
Apoyo al Plan de Acción por el caimán
Carlos Saavedra, gerente del Proyecto Vida Silvestre (PVS), explica que la liberación desarrollada respalda el ‘Plan de Acción Interinstitucional para la Conservación del Caimán Llanero’, lanzado a finales del año pasado. Este fue trazado precisamente por Carlos Saavedra, al igual que por Rafael Antelo, Mario Vargas Ramírez, director de la EBTRF, y Germán Forero-Medina, director científico de Wildlife Conservation Society (WCS Colombia).
El Plan es una hoja de ruta para el rescate de la especie, que plantea la consolidación, en los próximos 15 años, de al menos tres poblaciones estables y silvestres del cocodrilo en áreas protegidas, situadas en lugares donde se distribuyó históricamente. Y puede definirse como una estrategia a mediano plazo, con la que el reptil podría recibir un salvavidas resistente para las próximas décadas, que lo libre de una vez por todas de las dificultades que enfrenta.
La crisis del caimán llanero comenzó durante el primer tercio del siglo pasado (se prolongó entre 1929 y la década de los 60), porque en esos años se organizaban grupos de cazadores para matar cientos y exportar sus pieles a Europa o a los Estados Unidos, con las que se fabricaban accesorios. Asimismo, fue diezmado por el consumo de sus huevos y la muerte por retaliación, al ser considerado una amenaza. Originalmente, entre Colombia y Venezuela pudieron existir cerca de 3 millones de ellos en libertad.
Pero tras un censo hecho en el país, ejecutado por el investigador Federico Medem, un reconocido estudioso e investigador nacido en Letonia y quien se instaló en Colombia al dejar su país al término de la Segunda Guerra Mundial, se pudo saber que sobre el año 1975 quedaban menos de 2 mil en vida silvestre. En 1997, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible del momento hizo otro conteo y descubrió que la situación era aún peor, porque no se reportaron más de 200, cifra que no ha sido actualizada.
“Frente a esta situación, liberaciones como la que logramos (y otras que se realizarán a corto plazo) tratan de que el caimán pase de la categoría ‘En Peligro Crítico’ a ‘Vulnerable’, en los próximos años”, comenta Pilar Aguirre, quien destaca que reintroducir ejemplares adultos permite ganar tiempo y alcanzar ese objetivo en menos años. Solo en ese momento, el país podría entonces hacer un acto de redención y subsanar, al menos, el impacto causado a este importante animal de los ecosistemas orinocenses, capaz de regular la proliferación de otros depredadores como la babilla o los caribes, que, a su vez, comen alevinos de bagres o cachamas con valor comercial.
El Crocodylus intermedius también evita, en la temporada de pocas lluvias, que los caños se colmaten, porque sus movimientos en el fondo de estos cuerpos de agua arrastran sedimentos y permiten que sus corrientes se mantengan. Es, en síntesis, una especie paisaje, un depredador tope que merece regresar y dominar del todo, y nuevamente, su hogar natual.
*Esta actividad también contó con el apoyo de CrocFest, Jake d’Alquens Tribute Gig & Fundraiser, TheCrocDocs, Universidad Fordham, Defensa Civil Colombiana, Cormacarena, Universidad de los Llanos y Policia Nacional de Colombia.
Leave a comment