La plataforma de la Organización Mundial de la Salud (OMS) creada para garantizar a todos los países, sean ricos o pobres, un acceso equitativo a una o más vacunas contra la COVID-19, está basando sus negociaciones en la estimación de un producto que costaría entre diez y once dólares.
La OMS está adelantando esfuerzos para evitar que los países con más recursos acaparen las vacunas cuando salgan al mercado.
El precio final dependerá del tipo de vacuna y, sobre todo, de la tecnología que se utiliza.
Si se trata de una tecnología conocida desde hace tiempo y fácil de reproducir, como la de los virus inactivados, sería viable aumentar la capacidad de producción a un precio menor de cinco dólares.
En cambio, tecnologías más avanzadas como la del RNA y DNA – consistentes en tomar pequeñas partes del material genético del propio virus en la cantidad justa para generar una respuesta inmunitaria – podrían costar más, hasta 30 dólares por dosis.
La alianza público-privada GAVI, que trabaja desde hace dos décadas en favor del acceso a las vacunas en países pobres, ha sido encargada por la OMS para negociar los contratos con los países que desean participar en su plataforma de vacunas, conocida como COVAX.
Según Batista, el precio esta en un promedio de 10 a 11 dólares, «tomado en cuenta todos los riesgos y compras agrupadas de diferentes vacunas».
El próximo 18 de septiembre se cumple el plazo para que los países con capacidad de financiar la compra de vacunas, confirmen su participación en COVAX e indiquen cuánto dinero están dispuestos a poner, una inversión que no solo les garantizaría cierto número de vacunas, sino que también financiaría a los países que no pueden pagarlas.
Por el momento, 80 países han manifestado interés en asumir ese compromiso y otros 92 han sido elegidos para recibir apoyo de la plataforma.
El principio que se aplica es que ningún país, por más rico que sea, estará libre del coronavirus hasta que todos los países lo hayan derrotado en un mundo interconectado.
Nueva Zelanda ha sido un ejemplo de ello. A mediados de agosto, tras cien días sin reportar casos de COVID-19 y cuando la vida había vuelto a la normalidad, las autoridades sanitarias confirmaron que se había detectado un nuevo grupo de casos.
Del otro lado de la ecuación, COVAX puede interesar a la industria farmacéutica en la medida en que las compras agrupadas le permitirían asegurarse la venta de cientos de millones de dosis.
La OMS estaría encargada de su distribución a cada país, sobre una base de igualdad y con el objetivo de cubrir al 20 % de cada población para finales de 2021, lo que permitiría proteger en una primera fase a personal sanitario y personas mayores.
El reto financiero es faraónico y la OMS ha calculado que se requerirán 18.000 millones de dólares en los próximos 16 meses para la producción de las 2.000 millones de dosis requeridas para cumplir esa meta.
Los expertos de la OMS están convencidos de que habrá «vacunas», en plural, porque todo apunta a ello, pero de lo que no están seguros, es de si habrá una primera que tome distancia de las demás.
A pesar de que las más grandes marcas de la industria farmacéutica están abocadas al desarrollo de vacuna y tratamientos para la COVID-19, la OMS ha llamado al realismo y ha advertido de que las primeras vacunaciones para grupos de riesgo, podría realizarse como muy pronto a mediados del próximo año (2021).
Para la población en general, la espera será más larga. Lo más probable es que hasta 2022 no existan campañas de vacunación masiva contra la enfermedad que ha causado más de 27,5 millones de infecciones en poco más de ocho meses.
Fuente, Publimetro