29 de marzo de 2024 - 8:29 AM
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Caño Cristales, el río de colores que fascina al mundo

La canoa atraviesa el río Guayabero. Es muy temprano pero La Macarena ya está bien despierta: hay turistas japoneses, israelíes y uruguayos por las calles del pueblo, listos para conocer el río de los cinco colores, el mítico Caño Cristales. El municipio se mueve en torno a ellos

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El aire es húmedo, pero soportable en la mañana, mientras se cruza este río de 200 metros de ancho, que lleva el nombre en homenaje a los indígenas guayaberos. El canoero baja la velocidad en este primer recorrido rumbo al que es considerado el río más bello del mundo. Y hacen su aparición las chenchenas, unas aves migratorias del Amazonas, similares a los faisanes y con cresta.

Las llaman pavas hediondas, explica el guía, porque expelen un olor fétido para alejar a sus enemigos; el grupo se alivia porque las aves, lindas a la vista, estén allá, muy arriba de los árboles.

La vida en el río comienza a tornarse lenta, tranquila y el ritmo desenfrenado con el que vienen los citadinos empieza a desaparecer. El tiempo se extiende y da para contemplar a tres tortugas terekai en un tronco, esperando el turno para lanzarse al agua. En escena aparecen cuatro monos maiceros, saltando de una rama en otra. Al fondo, la selva espesa y más profunda de Colombia.

Caño Cristales hace parte del Parque Nacional Serranía de La Macarena. Mauricio Moreno y Rodrigo Sepúlveda/ EL TIEMPO

Se siente como adentrarse a la mitad del mundo, porque la Serranía de La Macarena es el punto de encuentro de tres ecosistemas muy poderosos: la Amazonía, la Orinoquía y los Andes.

La primera parada es Caño Cristalitos. Allí, una familia que cuida la entrada al Parque Nacional Serranía de La Macarena tiene un criadero de tortugas y recupera a animales que estuvieron en cautiverio como Pepe, el tucán. También se encarga de controlar el ingreso de turistas: por tratarse de un área protegida, el número de visitantes debe ser limitado para proteger la sostenibilidad del lugar. Y les advierten a los viajeros que no pueden usar protector solar ni repelente de insectos. “Sus químicos dañan el río y las plantas acuáticas. Nosotros cuidamos tanto este lugar porque es nuestro tesoro”, afirma Yerlis Bustamante, el guía que nos acompaña, un joven que se graduó como técnico en guianza cuando la violencia amainó en la zona y los turistas comenzaron a visitarlos en masa. Antes, venir a esta región del país, dominada por las Farc, era considerado una osadía.

Caño Cristalitos es como darle un delicioso chocolate a un niño con la promesa de que ya vendrá el gran manjar. Y no decepciona. Se comienza a caminar entre velloussas, la planta endémica de La Macarena, o entre bromelias, hasta llegar a una enorme meseta desde donde se divisan la inmensa serranía y la magnificencia de la selva. Desde allí se puede ver la deforestación de algunas zonas, pese a los intentos de los locales por mantener intacto su pulmón verde.

Después de un recorrido de dos horas y media, aparece un río rojizo, como un tapete delicado y suave de plantas rosadas que, con los reflejos el sol, se pintan de ese color que hace mítico a este lugar. Es apenas un abrebocas de lo que se verá después.

La vista al gran Caño Cristales comienza por El Guayabero. Antes, los guías, deben presentar ante el Ejército un documento con los nombres de los turistas y una vez revisado, arranca la aventura. Esta vez se ven los ojos brillantes de un pequeño caimán salir del río y se escuchan las aves trinar en un viaje de apenas veinte minutos hasta Puerto Mangos.

Ahí se toman camperos que hacen un recorrido de otros 25 minutos entre un paisaje verde. En ese camino se observan las huellas de lo que vivió la región en otra época: una suerte de puentes de cemento sin terminar recuerdan el intento de las Farc de construir una “autopista de la selva” que comunicara las zonas donde ellos tenían influencia.
El campero se detiene en una tienda donde también hay presencia de soldados. A partir de ahí comienza una caminata de unas seis horas en un terreno de piedras oscuras y antiguas y de pasos de agua refrescante.

“El agua es símbolo de la fluidez del mundo. Fluidez y musicalidad”, dice el escritor colombiano Tomás González.

En Caño Cristales la musicalidad alterna entre el silencio de la caminata y el sonido que anuncia la cercanía del río; entre las aves que trinan y las pisadas de los turistas o entre la fuerza con que el agua golpea en las cascadas o pasa tranquila por encima de las plantas acuáticas. Y a veces, se escuchan las canciones llaneras que tararean los guías o sus voces contando historias de indígenas tiniguas y de sus rituales.

Otro de los planes para hacer es ver un atardecer en el Mirador de La Macarena. Mauricio Moreno y Rodrigo Sepúlveda/ EL TIEMPO

Pero cuando la imagen del río colorido aparece, no hay música que valga. “El ruido del agua dice lo que pienso”, decía el taoísta Chuang Tze.

No queda más que abrir los ojos y sentarse a contemplar semejante prodigio de la naturaleza. Y aunque no es posible tocar las plantas, ni mucho menos nadar en estas aguas, sí pueden observarse de cerca. Se parecen a los alveolos de un pulmón, rosados y con terminaciones delicadas; se ven un tanto frágiles pero son capaces de soportar la fuerza del agua que las sobrepasa.

Pero hay mucho más para ver. Visitar Caño Cristales es bañarse en Cascada Negra, salir de ahí empapado, caminar, secarse al sol y luego atravesar un río que cubre el cuerpo entero en Paso Mojado; sentarse a descansar junto a una hermosa caída de agua llamada La Escalera o emocionarse con la fuerza de Los Pianos, otra cascada con varios niveles.

Es encontrarse con un grupo de 16 japoneses almorzando un típico almuerzo campesino preparado por los locales y servido en hojas de plátano; tomando fotos o notas, como Hirolco Tanahashi, que en su libreta de viajes dibujó esa fruta desconocida para ella llamada granadilla.

“Es un río muy curioso y hermoso”, dice Tanahashi frente a una cascada donde sus amigos japoneses disparan fotos.
Ir a Caño Cristales es también ver a un español recibiendo un masaje en la espalda bajo una fuerte cascada en Los Cuarzos o a una colombiana que viajó sola, sentada en las piedras simplemente oyendo el sonido del agua. Es andar con la ropa mojada sin que importe mucho y caminar entre terrenos muy variados: arena, rocas, fango.

Las opciones son casi todas en relación con el río; también se puede hacer una cabalgata al atardecer en esas extensas llanuras y terminar la noche en un parrando llanero escuchando joropo en la Casa de la Cultura Kiterio Tinigua. Allí, los turistas se divierten zapateando e intentando bailar joropo al ritmo frenético y endiabladamente rápido de los niños que dan muestras folclóricas.

A La Macarena se llega en avión desde Bogotá, vía Satena, o desde Villavicencio, en aeronaves pequeñas. Montones de turistas extranjeros vienen de ellas -solo el año pasado fueron 10.000 visitantes de 43 nacionalidades- y son recibidos por los guías de las agencias locales que operan el destino.

Perfectamente identificados, los llevan a los ocho hoteles del pueblo y después de ahí a una conferencia de la Corporación Ambiental La Macarena (Cormacarena), absolutamente necesaria -explican- para que sepan lo que se puede hacer y lo que no en Caño Cristales. Nada de pisar las plantas acuáticas ni llevar recipientes de icopor; recuerdan que la carga de turistas al día es limitada y recomiendan llevar sombreros o cachuchas para protegerse del sol -ya se ha dicho que el protector solar está prohibido-. Aquí el tema de la conservación ambiental va en serio.

La Macarena es un pueblo repleto de billares y panaderías, al menos tres por cada cuadra, y con una fuerte presencia del Ejército, lo que recuerda que esta fue considerada zona roja por la cercanía con la llamada zona de distensión de las Farc a comienzos de la década del 2000. Por esos mismos rezagos, la señal de celular es débil y el Internet es lento.

Un grupo de japoneses disfruta de las cascadas y los riachuelos del Caño Cristales.

Pero es un pueblo tranquilo. Así lo siente el suizo Daniel Ulbrich, quien terminó allí por recomendación de otra extranjera que visitó Caño Cristales. Viajó como se debe viajar: sin prejuicios. “No tenía idea que esta había sido una zona insegura. Me he sentido absolutamente tranquilo y es hermoso”, dijo.

Esa tranquilidad se percibe en las noches cuando los locales animan un torneo de fútbol mientras los extranjeros toman cerveza y juegan billar.

Cuentan que todo cambió hace seis años. En esa época el pueblo giraba aún en torno a la coca y se dice que quien no era raspachín de hoja de coca trabajaba en un laboratorio. Pero comenzaron las capturas de varios campesinos y la gente decidió buscar otras opciones de vida. El turismo apareció como una opción salvadora.

Hoy, de hecho, lo es para 350 familias que viven directamente de lo que deja esta actividad. Gente que trabaja en sencillos pero limpios hoteles, cocinando para los turistas; como guías, canoeros, conductores de los carros que se necesitan para llegar hasta algunos sectores. Hasta traductores, aunque hasta ahora solo tienen tres que hablan inglés. Sin embargo esta es solo una opción laboral entre junio y diciembre. El primer semestre del año, la temporada más seca, permanece cerrado para evitar el daño de las plantas acuáticas llamadas ‘macarenas clavijeras’.

Caño Cristales solo está abierto entre junio y diciembre, debido al clima. Mauricio Moreno y Rodrigo Sepúlveda/ EL TIEMPO

“Nos sentimos orgullosos de haber roto ese estigma que teníamos de pueblo violento. El turismo nos está ayudando a construir identidad y tejido social”, asegura Henry Quevedo, director de Ecoturismo La Macarena, sobre este proceso que tiene a Caño Cristales como parte de un plan piloto de turismo y paz del Gobierno Nacional.

“Cuando llegué aquí, hace años, recuerdo que era como cuando uno entra a un lugar triste, a un desierto, una sensación de soledad; hoy yo siento que Caño Cristales es un lugar luminoso”, dice Ercy Cubillos, que trabaja con la agencia Ecoturismo La Macarena.

Eso es ir a Caño Cristales, presenciar cómo el encuentro entre el sol y el río produce colores que iluminan la selva colombiana.

Cascadas como Los Cuarzos, Los Pianos o la Negra son opciones para ver durante el recorrido. Mauricio Moreno y Rodrigo Sepúlveda/ EL TIEMPO

Turismo de paz

Conocer Caño Cristales es contribuir a fortalecer el turismo comunitario de la región. Durante los meses que permanece abierto el parque, más de 350 familias de La Macarena se benefician. Motoristas, guías turísticos locales, dueños de hoteles y restaurantes trabajan en equipo para atender a los visitantes. “Nuestro modelo es de participación comunitaria. No perdemos la libre empresa ni el crecimiento individual, pero trabajamos en asociatividad”, explica Henry Quevedo, presidente del Consejo de Turismo de La Macarena y director de Ecoturismo La Macarena, uno de los cuatro operadores turísticos que existen allí.

La Macarena, de hecho, hace parte del plan piloto de Turismo Paz y Convivencia del Gobierno Nacional. El año pasado recibieron 10.000 turistas de 43 nacionalidades y este año, si el clima se los permite, esperan llegar a 15.000.

  • Otro de los placeres en la Serranía de La Macarena es ver el río Guayabero.

    Fotos: Mauricio Moreno y Rodrigo Sepúlveda.

    Otro de los placeres en la Serranía de La Macarena es ver el río Guayabero.

  • Así se ve Caño Cristalitos, el primer lugar que se visita antes de llegar al gran Caño Cristales.

    Fotos: Mauricio Moreno y Rodrigo Sepúlveda.

    Así se ve Caño Cristalitos, el primer lugar que se visita antes de llegar al gran Caño Cristales.

    Datos de interés

    Infografía

     Tenga en cuenta

    Para disfrutar de Caño Cristales no olvide llevar:

    • Camisetas de manga larga para evitar insolación. Recuerde que está prohibido el uso de protector y bronceador solar.
    • Una sudadera o un pantalón de tela ligera que se pueda mojar. Evite jeans que pesarán al pasar por zonas húmedas.
    • Un sombrero o una gorra tipo pescador, de las que cubren el cuello del sol.
    • Tenis o zapatos para caminata y otros adicionales que no estén mojados, para caminar por el pueblo.
    • Una muda de ropa adicional que puede guardar en el hotel, que no esté húmeda
    • Tomar tiamina para evitar las picaduras de insectos.
    • Llevar traje de baño.
    • Al ingresar al parque siempre lleve agua.

    El equipo de periodistas viajeros que visitó Caño Cristales: Mauricio Moreno, Catalina Oquendo y Rodrigo Sepúlveda.

    Si usted va…

    Caño Cristales está abierto al público solo entre junio y diciembre. El resto de año está cerrado para proteger el ecosistema. Informes en: www.parquesnacionales.gov.co

    La aerolínea Satena opera tres frecuencias semanales a La Macarena: miércoles, viernes y domingo o lunes festivo. Informes: www.satena.com

    La agencia de viajes Ecoturismo Sierra de La Macarena ofrece planes y visitas guiadas hacia Caño Cristales, que incluyen vuelos chárter –opcionales- desde Bogotá. http://www.ecoturismomacarena.com

    Se recomiendan los hoteles Shalom y Punto Verde, en La Macarena.

    Otros planes: Caminata hacia Caño Cristalitos y Caño Cristales; nadar en la cascada Los Cuarzos y en Cañada Negra. Avistamiento de aves, monos y tortugas. Recorrido por el río Guayabero hacia el río Losada para observar las toninas o especie de delfines. Visitar una finca llanera y hacer una cabalgata al atardecer en La Macarena.

     Texto: CATALINA OQUENDO B.
    Fotos y videos: Mauricio Moreno y Rodrigo Sepúlveda
    Enviados especiales de VIAJAR

Written by
Redacción Chivas

Periodista, Director de www.laschivasdelllano.com y www.laschivasdecolombia.com