
Pepe Mujica
Montevideo, 13 de mayo de 2025.
Murió sin estruendo, como vivió. En su chacra, rodeado de plantas, silencio y memoria. José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, exguerrillero, campesino, filósofo popular y uno de los líderes más queridos de América Latina, falleció a los 89 años, víctima de un cáncer de esófago que venía enfrentando desde abril de 2024.
Había decidido no someterse a más tratamientos. «La vida es una flor que se va marchitando», decía, y así se fue: sereno, fiel a su modo de entender el mundo.
El guerrillero que sembró ideas
Nació el 20 de mayo de 1935, en Montevideo, pero siempre tuvo más pinta de campo que de capital. De joven se unió al movimiento Tupamaros, un grupo guerrillero que peleaba por justicia social en los años 60. Fue capturado, baleado, y pasó casi 15 años preso, muchos en soledad absoluta. De esa oscuridad no salió con odio, sino con la certeza de que el poder solo sirve si es para servir.
El presidente más pobre del mundo
Cuando llegó a la presidencia en 2010, no se mudó al Palacio. Se quedó en su casita humilde, con su perra de tres patas llamada Manuela, su esposa —la también exguerrillera y senadora Lucía Topolansky—, y su VW escarabajo. Donaba el 90% de su salario y manejaba él mismo por las rutas del Uruguay.
Pero eso no lo alejó de las decisiones grandes. Legalizó la marihuana, el aborto, el matrimonio igualitario y convirtió a Uruguay en un laboratorio de derechos civiles para el continente.
Las frases que nos dejó
Mujica no necesitaba protocolo. Le bastaba con una frase dicha desde el alma para dejar pensando al mundo. Algunas de sus palabras ya son parte del legado:
“No somos pobres, somos austeros.”
“El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son.”
“Ser libre es tener tiempo para hacer lo que nos gusta.”
Una vida coherente
No dejó herederos políticos ni hijos biológicos, pero sembró en millones la idea de que sí se puede gobernar sin lujos, sin odio y sin rencor. Que lo importante no es parecer honesto, sino serlo. Que la política, como él decía, “no es para hacer plata, sino para luchar por la felicidad de la mayoría.”
Hoy murió Pepe Mujica.
Pero no murió el campesino, ni el rebelde, ni el presidente.
Murió un hombre que supo vivir con la misma verdad con la que habló.
Y eso, en tiempos de disfraces, es más revolucionario que cualquier revolución.
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