Nelson Vargas, a quien confundieron con el asesino de tres indigenistas habló en “La Visita” con Wilson Durán.
Nelson Vargas Ruedas es uno de los inocentes que fue extraditado a estados Unidos, acusado de un crimen que no cometió. Lloró, sufrió, vivió la amargura del encierro y demostró su inocencia. Tardó cinco años para que le creyeran.
Y mientras esto sucedía, en un asalto a la cárcel La Modelo de Bogotá, donde estuvo preso los primeros dos años, perdió una pierna y hasta el momento el Estado colombiano no lo ha indemnizado.
Siete años después de haber sido absuelto por una Corte Federal de los estados Unidos y de que la justicia colombiana no encontrara méritos para condenarlo, Nelson Vargas Ruedas, debe sufrir la inoperancia del Estado, porque no le han reparado los daños morales y fìsicos, y ni siquiera le han ofrecido disculpas.
Y para completar hasta hace algunos meses en los retenes de la Policìa o del Ejército, era retenido porque aún le aparecían antecedentes por rebelión, homicidio, concierto para delinquir y otros.
Fue retenido más de 30 veces, simplemente porque no lo habían del sistema por los supuestos delitos que lo acusaban y ni siquiera mostrando la certificación del Juzgado Penal de Saravena, que llevaba su caso y que lo absolvió, lo dejaban tranquilo.
Ha habido ocasiones en que las autoridades se sienten “enguacadas” con este pez gordo de la guerrilla y solo después de confrontar con la base de datos se cercioran de que el hombre “está limpio”. Nelson tidavía recuerda esa pesadilla de encontrarse con una requisa militar y exponerse a la humillación de ser capturado sin estar requerido por ninguna autoridad.
La historia
“El encierro en una cárcel de los Estados Unidos, mata a cualquiera”, dice con nostalgia Nelson Vargas Rueda, un hombre que fue extraditado injustamente desde Colombia acusados de varios delitos que nunca cometió.
La pesadilla para Nelson fue por un lío de faldas. Empezó el 22 de marzo de 2000, en Saravena, Arauca, cuando fue detenido por la Policía sindicado de ser alias ‘el marrano’, el autor del asesinato de tres indigenistas de los Estados Unidos.
Ese día estaba departiendo con su amante cuando las autoridades, en medio de un operativo de seguridad, lo capturaron. “Yo era comerciante de plátano. Había salido a Saravena a buscar un camión cuando me detuvieron. Pues el marido de la mujer con la que yo salía les dijo a las autoridades que yo era ‘el marrano’, un guerrillero que sembró el terror en Arauca. Y la Policía sin orden de captura ni nada me lleva y al otro día aparezco en los noticieros y periódicos colombianos como el primer guerrillero extraditable a los Estados Unidos”, recuerda.
El Fiscal de la época era Alfonso Gómez Méndez, y el director de la Policía el general Roso José Serrano, de quien Vargas no tiene los mejores recuerdos. “Cómo voy a tenerlos si ellos hicieron un montaje con una foto mía, donde aparezco vestido con camuflado, dando unas charlas. Ellos me acusaron sin tener una sola prueba contra mí.”.
Y ahí siguió un verdadero drama para Nelson que fue encarcelado en La Modelo y luego en la Picota y Cómbita, en los pabellones donde permanecen los comandantes guerrilleros. Un día, subiendo las escaleras, le dispararon en su pierna derecha. “Cuando me tirotearon cerraron la cárcel por temor a que yo me escapara por mi peligrosidad, pues cursaba en la Corte Suprema el pedido de mi extradición a los Estados Unidos. La demora me perjudicó para ser atendido y tuvieron que amputarme la pierna”
La extradición
A los pocos meses de haber asumido la primera Presidencia, Alvaro Uribe firmó la extradición de Nelson Vargas. El 28 de mayo de 2003 un avión del FBI trasladó de Bogotá a Miami al supuesto alias “el marrano”, para que respondiera por sus delitos ante la Corte americana.
“El encierro de una cárcel en Estados Unidos mata a cualquier persona. Desde el momento en que llega a una celda americana lo dejan salir una hora al día. Yo fui internado como terrorista mundial. No me echaban ni siquiera compañero a la celda y permanecía todo el día con cadenas en los pies y en las manos”, dice Vargas, mientras busca algunos recortes de prensa.
Y no deja de recordar: “Cuando estoy en momentos de soledad, todavía escucho las cadenas. Los pasillos de las cárceles de Estados Unidos, son interminables. Y todavía repica en mis oídos y en mis recuerdos los ruidos de 180 cadenas de 180 presos, que caminaban por los pasillos…..!”
Cada día que permanecía encarcelado, era un día más de tristeza. Había perdido a su mujer, a su hogar. Su familia había vendido lo poco que tenía para pagar abogados en Colombia. Y ahora, lejos de su Patria, no tenía contacto con nadie. Estaba alejado de la vida, de su tierra, pero no de Dios, a quien conoció recién que pisó un penal.
“Yo hablo del milagro de Dios. En realidad lo que sucedió el día de mi sentencia, trece meses después de haber llegado a Estados Unidos, fue un milagro. No se me olvida que apenas llegué a América un agente del FBI me dijo: sabemos que usted no es ‘el marrano’, pero va a pagar, porque la Fiscalía y el Gobierno han invertido muchos dólares en usted.
“Ocho días antes de mi juicio mi abogado me dijo que podían suceder tres cosas: que lo condenen, que posterguen el juicio por falta de pruebas y que lo absuelvan, que es lo más difícil de que suceda. Yo les respondí: esa es la mía porque con la ayuda de Dios voy a quedar en libertad!”
Y efectivamente. La Fiscalía no pudo demostrar la participación de Nelson Vargas en los homicidios de los tres norteamericanos y la jueza tuvo que dejarlo en libertad para que fuera repatriado a los pocos días. Su regreso a Colombia fue el 2 de julio de 2004.
Hoy Nelson vive en un sector popular de Yopal. La mujer con quien vivía cuando fue encarcelado lo abandonó. Y hace unos años se casó con Mildreth Bohórquez con quien tiene un niño de seis años y una pareja de gemelos de año y medio.
“A Yopal llegué con 70 mil pesos, con los cuales pagué medio mes de arriendo y me empleé en Inversiones La Paz, vendiendo servicios funerarios. Luego vendí masato de arroz y ahora subsisto vendiendo un cd con testimonios, canciones y la palabra de Dios”, agrega Vargas, quien vende a 20 mil pesos cada ejemplar, y con los que por su venta logra ajustar el pago del arriendo y el diario de su hogar.
Todas las semanas sale a predicar y lo invitan a varias partes para que rinda testimonio de su fe en Dios. Su vida le ha cambiado para bien. Sin embargo, todavía vive muchas dificultades para conseguir trabajo porque no ha podido sacar el certificado judicial y hace poco no pudo reclamar una ayuda de un millón de pesos de Acción Social, pues cuando fue a reclamarla al Banco Agrario, el sistema rechazó su cédula porque aparece en la lista Clinton.
Ahora solo le falta esperar ocho ó diez años más a que le fallen una demanda que interpuso contra el estado por la falsa acusación, la extradición, los daños y perjuicios, y la pérdida de su pierna. Pero también espera que este fin de año, cuando salga a recorrer algún municipio para llevar la palabra de Dios, la Policía o alguna otra autoridad no lo detenga, pensando que al tropezarse con él, dieron con ‘el marrano’. Pues la justicia así lo tiene todo el tiempo….de marrano!