Soy Fabio Luis Cárdenas Ortiz, abogado, desde hace más de 20 años ejerzo aquí en Yopal; soy hijo de una familia de campesinos trabajadores, conformada por José Miguel Cárdenas y Leticia Ortiz, oriundos de Pore (Casanare), y quien el pasado 26 de octubre, después de un par de días con dolor de cabeza y algo de malestar general en mi cuerpo en las noches, de lo que pensaba yo era una gripe, pero una vez tomada en forma particular la prueba de covid-19 me diagnosticaron “positivo”.
En ese momento sentí miedo, y comencé a averiguar a qué me enfrentaba, porque en ese momento yo sabía lo que oía en noticias: que el virus en diciembre de 2019 había aparecido en un mercado local de Wuhan (China), por una comida exótica mal preparada (supuestamente un murciélago); pero luego que no, que fue un virus creado en un laboratorio y que se les había “fugado”, mientras intentaban crear un virus que atacara las infecciones del SIDA para erradicar esa pandemia… a veces, con las mejores intenciones, se producen las peores catástrofes: un caso de esos es la invención de la dinamita.
Pero como yo nunca iba ir a China, no me preocupé. Luego y ante el incremento de casos, entre enero y febrero de 2020, el virus empezó a expandirse y salió a Japón y a Tailandia; pero yo, tampoco iba a ir por allá, así que no me preocupé… pero, cuando la Organización Mundial de la Salud dijo que el número de contagios había superado las 500.000 personas a nivel mundial y que el virus ya hacía presencia en Italia, Francia España y Alemania que ahora era un virus a nivel mundial, que era una pandemia y en marzo pasado el virus llega a América del Norte a Centroamérica, pues, siendo honestos, tampoco me preocupé, porque yo por allá tampoco iba a ir.
En marzo de 2020 el virus llega a Suramérica, primero a Brasil y luego a Argentina y a Colombia… a Bogotá, Medellín, Cartagena y Bucaramanga, y es así, como el primer caso confirmado en Colombia se presenta el 6 de marzo; el 22 de ese mes, el gobierno nacional, mediante decreto, obliga a una cuarentena general a todos los colombianos, a estar asilados en sus casas.
Posteriormente, la cuarentena se convirtió en “sesentena” y hasta en “ochentena” y actualmente en “aislamiento selectivo obligatorio”, dejando salir a más personas a las calles y abriendo los aeropuertos internacionales: craso error.
Pero, ¿yo cómo me infecté?… la verdad no lo sé. En mi casa, quien salía a comprar los alimentos a pagar los recibos, era yo, intenté ser cuidadoso, usaba tapabocas, distanciamiento social, alcohol… y, así y todo, nunca pude determinar quién pudo infectarme, el problema son los asintomáticos que pueden portar el virus, ellos no lo saben y contagian a más personas.
Ya “positivo” a Covid-19, tomé las medidas ordenadas y escuchadas en noticias, que eran: aislarme en mi casa, me puse en contacto con la EPS.
Visitó una droguería y me “automedico”, con IVERMECTINA y AZITROMICINA, compré DOLEX y lo tomaba cada 6 horas para el dolor. Así transcurrieron los dos primeros días, dolor de cabeza y malestar general en la noche; al cuarto día vinieron de mi EPS y me ordenaron tomar vitamina A, vitamina C, vitamina D, MELATONINA, DOLEX cada 4 horas y LOSARTÁN para la tensión.
Continué aislado y tomándome los medicamentos. El día sexto perdí el olfato. El día séptimo perdí el gusto y continuaba con dolor de cabeza.
Mi médico me dijo que del día 5 al día 12, eran los días más duros, y sentí que se intensificaban los dolores; y que del día 12 al 14 (máximo el 15) ya salía yo de esa situación, pero, infortunadamente no contábamos que el día 11 me llegara la fiebre y empezara a faltarme el oxígeno.
Reportamos urgentemente esta situación a la EPS y el día 12 de tratamiento y aislamiento: siendo el 4 de noviembre por complicación respiratoria, ingreso a URGENCIAS del hospital HORO, pabellón de la Covid-19.
Ingresé muy asustado. Fue muy duro, porque uno ingresa a URGENCIAS y no hay sino dos salidas: recuperándose o muerto.
La atención del personal desde mi llegada fue muy buena. El Hospital está acondicionado perfectamente para evacuar estas emergencias, existe un grupo de profesionales interdisciplinario con los mejores estándares de humanidad, calidad y profesionalismo. Gracias Hospital HORO.
Muchas gracias de corazón, porque fue gracias al “acoso” de mis hermanos, mi esposa y la sugerencia de los médicos de la EPS quienes me “obligaron” a tomar la mejor decisión que pude haber tomado: ingresar al Hospital.
Me contagié, sufrí, fui, viví en carne propia, pero volví y sobreviví gracias a Dios, a las oraciones de mi madre, de mis familiares, de mi esposa, mis hijos, de mis amigos y los cuidados de los médicos que puedo decir de corazón, que esta etapa en mi vida fue superada gracias Dios y Dios también los bendiga a todos ustedes.
El ingreso a URGENCIAS es aterrador: un montón de exámenes de sangre, placas torácicas, TAC, oxígeno, monitoreo y después de todo eso, determinan los médicos si ingresas a la unidad de cuidados intensivos (UCI) o sigues en observación.
El Hospital HORO tiene un lugar especial y predeterminado para pacientes Covid-19, se llama “Pabellón Casanare”: con UCI, sala de observación y el “Pabellón Esperanza”, último para salir. Es decir, son tres etapas que se deben superar.
Está muy bien organizado: cuentan con el personal con experiencia y todo lo necesario y tiene una capacidad para atender decenas de personas simultáneamente. No “revuelven” los médicos, los enfermos de otras dolencias con los covid-19, está debidamente identificado y separadas las diferentes situaciones de emergencia de la mejor manera.
Claro, si uno llega a tiempo y deja que los médicos “le metan mano a uno” y que ellos hagan su trabajo a tiempo para así poder salir curados.
Estuve en observación, no en UCI. Duré tres días y vi cómo tres personas que estaban en observación conmigo no pudieron con la batalla contra la covid-19 y partieron de este mundo.
Ese día fue muy duro para mí, lloré muchísimo: pensaba en mis hijos, mi esposa, mis familiares y amigos. Tantas cosas que siento que me han quedado por hacer, tantas palabras que no había dicho, pero ya no se podía hacer nada, sino simplemente esperar, orar y creer en Dios… ese día no recuerdo la cara que yo tendría, pero se me acercó el médico jefe de la unidad y me dijo señor Cárdenas:
“No se preocupe… usted está bien; desafortunadamente a ellos los trajeron muy tarde, el problema respiratorio les afectó mucho y sufrió el corazón. Por eso es que al Hospital se debe llegar de manera temprana, ayúdate. El Hospital está creado para luchar por la vida. Perdimos a tres, pero ya hemos dado de alta a más de 30. Tiene que ayudarse y acudir al médico a tiempo, pero ánimo Cárdenas, ¡usted ya va a salir de aquí!”
He escuchado palabras hermosas y de ánimo en las dificultades, pero esas palabras del médico, me dieron una alegría inmensa que estoy seguro jamás olvidaré. De inmediato, se me llenó el cuerpo de esperanza y ganas de vivir.
El viernes 6 me sacaron de URGENCIAS y me pasaron al último pabellón que faltaba. La última etapa por superar: el “Pabellón Esperanza”, ahí duré tres días hasta cuando me dieron mi salida y ese día sentí que volví a nacer.
Al día de hoy, no existe una cura frente a la Covid-19, existen mecanismos para protegernos, como usar el tapabocas, el distanciamiento social, el lavado de manos, el no contacto con extraños… al Ingresar a su casa desinféctese con alcohol, gel antibacterial, báñese… por favor, este virus no es selectivo, ni ataca únicamente a personas de la tercera edad o niños o a ricos o a pobres; NO, es contagioso y contagiará a todo el mundo y viene una segunda ola de contagios, porque la vacuna por aquí en Yopal, por bien que nos vaya llegará en diciembre de 2021. Por favor, así que les recomiendo: cuidémonos que así estaremos cuidando a nuestras familias.
El 8 noviembre y luego de 12 días de aislamiento y cinco días en URGENCIAS en observación, el HORO me dio salida, regresé a mi casa, a mi vida, feliz, feliz por poder volver a ver a mis padres, a mi esposa, a mis hijos, a mis hermanos a mis cuñados, a mis amigos; volver a ver mi casa, mi camita, mi hogar, mi palacio, mi perro, mi chinchorro, mi televisor… qué felicidad Dios mío, qué felicidad Señor Jesús. No podía hablar de la felicidad.
Quiero brindar mis sinceros agradecimientos a los médicos, enfermeras, auxiliares, fisioterapeutas, servicio de ambulancia, que me atendieron; en especial a Luby Buitrago, enfermera que estuvo muy pendiente de mí; a los doctores José Rangel, Óscar Fernando Tarazona, Laura Tatiana Cuevas Gámez, Alfonso Navas y a todo el personal del hospital HORO, que hicieron algo por mí.
Dios los bendiga y los proteja y los ilumine por tan noble labor.
Esta dolorosa experiencia me enseñó y es lo que quiero compartir con todos ustedes y pedirles y decirles que, si se llegan a contagiar de Covid-19, les da más de un síntoma o una sola dolencia, como dolor de cabeza, fiebre o tos, dolor pulmonar, torácico, diarrea, pérdida de olor o sabor… no tengamos miedo y prevención para acudir de inmediato al hospital o a la clínica, no duden, no tengan miedo, todos los pacientes son bien recibidos y son ellos los médicos, quienes pueden determinar qué tan grave o no está uno.
Allá me salvaron la vida, pero que sean ellos los médicos quienes decidan si podemos volver a nuestra casa a recuperarnos o que sean ellos los que con su sabiduría y con todos los elementos médicos nos puedan cuidarnos y sanarnos.
Y por último decirles que volvamos más a Dios, que volvamos a lo más importante en nuestras vidas como son nuestras familias, nuestros hijos a una tarde de risa, de televisión, leer un libro, comer un helado, hacer un sancocho, un asado en familia; cosas simples, que en una UCI de urgencias de un hospital se extrañan tanto, que no sea tarde mañana para decirlo y decirles a ellos, como yo se lo digo a usted de mi parte, a todos ustedes que estuvieron pendientes de mí, yo los quiero mucho y nunca los voy a olvidar.
Por favor cuidémonos Este es un virus, no es una mentira, ni es un mito; es peligroso, doloroso y es mortal.
Por: Fabio Luis Cárdenas Ortiz