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Luis Alexander Mejía, director de Corpoamazonía, asegura que la deforestación fue una de las variables que influyó en la magnitud de la tragedia. Además, la falta de actualización del POT impidió una prevención oportuna.
Por: Antonio Paz Cardona*
La madrugada del sábado 1 de abril quedó marcada como una de las fechas más dramáticas en la historia de Mocoa, en el departamento de Putumayo. La temporada de lluvias de inicio de año trajo 600 milímetros de agua sobre la ciudad y sus alrededores en solo unas cuantas horas – un evento atípico pues en áreas cercanas al Golfo del Darién, una de las zonas más lluviosas del mundo, caen hasta 10.000 milímetros de agua pero en un año-.
La situación es tan crítica que el Gobierno Nacional declaró a la ciudad en estado de calamidad pública y según el último reporte oficial, el desastre natural ha dejado 200 muertos, 213 heridos y un número aún indeterminado de desaparecidos. Las fuertes lluvias provocaron el desbordamiento de los ríos Mocoa, Sangoyaco y Mulato. Al ser fuentes fluviales torrenciales, arrastraron a su paso sedimentos, basuras y piedras descomunales que provocaron una enorme avalancha que arrasó con el barrio San miguel y destruyó otros 16.
Semana Sostenible habló con Luis Alexander Mejía, director de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonía (Corpoamazonía), quien dio detalles sobre cómo Mocoa llegó a la que es considerada la peor tragedia de su historia.
“En la tarde del sábado sobrevolamos las vertientes de los principales cauces de los ríos Taruca, Conejo, Sangoyaco, Mulato y Mocoa, donde pudimos determinar que el uso inadecuado del suelo en estas zonas activa antiguos deslizamientos y genera unos nuevos. Se vivió un fenómeno con características similares a otro ocurrido hace 50 años en la zona”, dijo Mejía.
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Y es que debido a la topografía y las características ambientales y de lluvia superficial, todos los ríos que rondan Mocoa son torrenciales y ante eventos atípicos, como el ocurrido entre la noche del viernes y la madrugada del sábado, adquieren características violentas, con enormes e instantáneas ganancias de velocidad en los caudales que son capaces de arrastrar material grande y pesado. Según comenta Mejía, algunos de los ríos tienen muy poca capacidad de desalojo, lo que sumado a la ocupación inadecuada de sus rondas y lechos, agrava la vulnerabilidad de las personas.
Oídos sordos
Ante lo ocurrido no hay más solución inmediata que atender de la mejor manera posible el desastre. El restablecimiento de los servicios de energía y acueducto tardará por lo menos dos semanas y esta situación se extiende a por lo menos la mitad del departamento, eso sin contar con la búsqueda y rescate de personas y la recuperación de casas y vías.
Sin embargo, es desesperanzador saber que la tragedia que hoy vive esta ciudad estaba advertida. Corpoamazonía ya había hecho unos estudios de modelamiento que señalaban, con anticipación, que este tipo de eventos podían ocurrir con la magnitud en la que sucedieron y con afectación a equipamientos colectivos como el acueducto y las subestaciones eléctricas. “Incluso hicimos un taller con el Servicio Geológico Colombiano donde mencionamos y advertimos sobre los asentamientos inadecuados en ciertas áreas”, afirma Mejía. A pesar de esto tenían una limitante: varios municipios amazónicos, incluido Mocoa, no han actualizado su Plan de Ordenamiento Territorial (POT). “Por eso ha sido complejo concertar e implementar los determinantes ambientales en esta ciudad. Es un tema de uso inadecuado de los suelos que agrava este tipo de eventos. Hace nueve meses advertimos que esto podía pasar”.
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La alarma sigue en rojo. El sobrevuelo demostró que las vertientes de las quebradas están fracturadas, hay socavamiento de los ríos y mucho material sobre los cauces y lechos.
De hecho, hay tantos sedimentos acumulados que si se volvieran a presentar lluvias como las de la madrugada del sábado, una “réplica” de la tragedia ocurriría de nuevo. “Los ríos aún están buscando su nivel de base y eso demorará un tiempo considerable”, añade Mejía.
Los ríos tienen memoria
Luz Marina Mantilla, directora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), asegura que la gente ha puesto sus casas en zonas inundables. “Acá hay un tema muy crítico y es que los ríos tienen memoria. Normalmente tratan de volver a su cauce y eso es algo de lo que creo pasó con algunas zonas de la ciudad de Mocoa, sobre todo con el barrio San Miguel que está ubicado en zona de lecho de río”, asegura.
Mantilla hace énfasis en un tema que para ella es el gran responsable de lo ocurrido: la deforestación. Según dice, la deforestación, la lluvia y esa especie de “desprecio” por las condiciones ambientales, son una sumatoria complicada y un caldo de cultivo para que lo que está mal se vuelva peor. Todo el arco suroccidental del amazonas (Caquetá, Guaviare y Putumayo) conforma los puntos calientes de la deforestación.
No hay que perder de vista que Putumayo es el quinto departamento del país con más pérdida de capa vegetal. 9.000 hectáreas habían sido deforestadas a 2015.
Luis Alexander Mejía coincide con lo anterior y agrega que Mocoa está ubicada en el piedemonte amazónico y sus suelos tienen una vocación para el crecimiento de vida, ya que es una de las zonas más biodiversas del mundo. “Cuando quitamos la cobertura vegetal, la tierra, que está compuesta en gran parte por ceniza volcánica, se impregna de humedad y con el agua de lluvia se causan estragos”.
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No tener esa masa boscosa es una variable que facilita las remociones en masa. “Tenemos deforestadas las rondas hídricas y las aledañas a los asentamientos humanos. Es urgente restaurar estas zonas y los suelos con pendientes mayores al 100%”, asegura Mantilla. Además, el tema de la ganadería extensiva irresponsable y los cultivos ilícitos, son dos de los grandes responsables de la pérdida de vegetación, la cual sirve para contener las aguas y darle firmeza a los suelos.
Planeación y comunicación
La decisión de política pública tendrá que ser más propositiva para tener en cuenta ciudades sostenibles donde las variables ambientales en realidad sean consideradas.
“Hay que realizar una coordinación interinstitucional mucho más eficiente. Muchas veces las solicitudes de la región quedan perdidas en lo nacional y hay que fortalecer la comunicación de parte y parte”, sugiere Mantilla.
Por otra parte, es necesario darle importancia a las advertencias que hacen las instituciones sobre zonas que son consideradas de riesgo. “No se trata de un capricho y hoy la naturaleza nos lo demuestra. Si medimos fuerza con ella, los afectados serán los asentamientos”.
Finalmente, el director de Corpoamazonía, Luis Alexander Mejía, hace un llamado para que las comunidades conozcan su territorio y lo manejen de manera adecuada, para así garantizar la vida. “Espero que si algo deja esta tragedia, donde también perdimos la vida de varios compañeros de la Corporación, sea la consciencia de retomar el ordenamiento territorial de la zona y ver los recursos naturales como elementos a los cuales hay que respetar y cuidar”, concluye.
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