Derrame cerebral, ictus, accidente cerebrovascular o apoplejía. Son muchos los nombres que recibe esta patología, pero solo es una la estrategia para contrarrestarla: el tiempo.
Durante 2017, los accidentes cerebrovasculares (ACV) fueron la segunda causa de muerte en el país y la primera de discapacidad no traumática, de acuerdo con cifras de la Asociación Colombiana de Radiología. Se trata de una emergencia médica ante la que se debe acudir inmediatamente a una clínica de alto nivel de complejidad, pues solo en esas primeras seis horas, desde que se presenta, es más probable salvar el tejido cerebral afectado.
Y es que, como explica Andrés Arbeláez Medina, neurorradiólogo intervencionista del Hospital Pablo Tobón Uribe, el cerebro depende de la sangre para funcionar por lo que cualquier obstrucción o alteración en el flujo sanguíneo afecta inmediatamente las células y tejidos cerebrales cercanos. Por eso, cuando se presenta un ACV los síntomas aparecen súbitamente. Dependiendo de la zona afectada del cerebro y del tipo de ataque (isquémico o hemorrágico) es posible encontrar señales como entumecimiento o debilidad en una parte del rostro, en una de las extremidades, dolor de cabeza severo y dificultad en el habla o la visión.
Las personas con arterioesclerosis, hipertensión, diabetes, tabaquismo, obesidad o mayores de 65 años son más propensas a un ataque de este tipo, sin embargo, cualquiera puede sufrirlo. Lo importante, resalta Arbeláez Medina, es detectar los síntomas y “no quedarse en casa a esperar que se le pasen”. Cuando el tratamiento no se hace a tiempo puede darse una pérdida permanente de funciones cerebrales, con consecuencias como alteración del equilibrio, parálisis de una parte del cuerpo, ceguera, estado de coma o, incluso, la muerte.