
Catedral de Notre Dame
La pausa de la Semana Santa no ha impedido que se produzcan noticias grandes, pues el mundo sigue girando. Tan solo el lunes pasado se inició el voraz incendio que consumió el techo y la aguja central de la catedral parisina de Notre Dame.

Adicional a la noticia en sí, que captó la atención internacional dada la importancia de este monumento de 850 años de existencia, fue la condena de algunas personas en relación, por ejemplo, a que en Siria o en otros países como Colombia hay guerras y nadie les pone tanta atención. Eso, en mi opinión, es comparar peras con manzanas, pues Notre Dame no es de los franceses, sino de toda la humanidad, y este es un caso distinto.
Es que no se trata de solo un edificio. Es literatura, historia, arquitectura y mucha espiritualidad, sea que la haya visitado en el mundo real o explorado por Internet. Aquellos que han tenido la oportunidad de visitarla, no deja de ser una experiencia sublime entrar al oscuro recinto, tenuemente alumbrado por la luz que pasa a través de sus vitrales, para oír el órgano de aire sonar y los coros cantar, ya sea que haya misa en ese momento (a veces hay ensayos), y sin importar si el visitante es agnóstico o creyente.

También les llovieron críticas a algunos multimillonarios franceses, dueños de las principales casas de moda, porque mientras la catedral aún ardía ya habían donado 800 millones de euros para su reconstrucción. La crítica principal fue que por qué no se unían para ayudar a pueblos en guerra y no para salvar a una iglesia vacía. De nuevo, peras con manzanas.

Ya en el plano de la reconstrucción, el presidente Emmanuel Macron se comprometió a que se esforzará en tenerla lista antes de cinco años, un tiempo demasiado corto si se tienen en cuenta voces autorizadas en el tema, que hablan de varias décadas, incluso unos 40 años. Eso sí, el tema de Notre dame hizo que la popularidad de Macron creciera.
La razón para la demora y los exorbitantes costos es que en este mundo de tecnología y avances científicos ya no existen muchos artesanos para acometer la fabricación de piezas en metal, vidrio y madera, sin contar con que se requieren maderas finas, difíciles de conseguir y que podrían disparar todavía más los costos de restauración.

El consuelo para quienes aprecian esta obra de la humanidad es que por lo menos quedó en pie, ya que la fuerza de las llamas hacía temer que no quedara piedra sobre piedra.
FUENTE CONSULTADA PULZO.COM