Nadie sabe a ciencia cierta qué ha causado la sequía que está matando a los animales en el Casanare. SEMANA recorrió la zona en busca de respuestas.
Los cadáveres de chiguiros en zonas de Paz de Ariporo, Casanare, afectadas por una terrible sequía, han puesto al país a preguntarse por las razones tras una tragedia de tal magnitud. La situación afecta, además, al ganado y a otras especies como las babillas. /Foto: Foto: Daniel Reina Romero – Semana
Por Cristina Castro enviada especial de SEMANA
Cerca de 20 chigüiros se agolpan bajo las ramas de un árbol endeble. Los pocos metros de sombra parecen un oasis al medio día, cuando el sol golpea sin piedad la vereda de Caño Chiquito en Paz de Ariporo. Los chigüiros que alcanzaron a entrar en ese refugio son, en medio de las circunstancias, afortunados. A los lados reposan un par de cuerpos sin vida de los que ya no soportaron más ese verano tan intenso que ha hecho que más de 20.000 animales como ellos hayan muerto de sed.
Hace más de cuatro meses que no llueve en Paz de Ariporo, un municipio en el Casanare que, con 13.800 kilómetros cuadrados, es más grande que el Líbano o Costa Rica. Atravesarlo puede tomar hasta ocho horas en carro. A pesar de que como dijo la ministra de Ambiente, Luz Helena Sarmiento, la sequía allí “era una tragedia anunciada”, el Estado solo hizo presencia esta semana.
La escasez de agua había sido notificada desde diciembre, cuando el Ideam comenzó a enviar alertas diarias a las autoridades, y en enero se declaró la alerta roja. Sobrevolar la zona da cuenta de la magnitud de la tragedia. Desde el aire se ve como un océano de arcilla con unos rastros muy visibles de lo que hace unos meses eran ríos y lagunas.
Las camionetas que llevaron al gobernador, Marco Tulio Ruiz y a la ministra Sarmiento andaban por esos ríos desiertos como si fueran carreteras. El ganado famélico camina de un lado para otro. Decenas de babillas y tortugas descansan hacinadas en un pozo de agua que construyó la gobernación. Los animales que quedan andan como si nada en medio de cuerpos y huesos de los que no resistieron el calor.
A Arenzo Castelblanco, un llanero que ha vivido en esas tierras más de 40 años, le tocó la ingrata labor de recoger los cadáveres. Calcula que esta semana ha visto al menos 500 en menos de un kilómetro a la redonda. La oficina de Gestión del Riesgo ha construido decenas de fosas comunes. Arenzo jala los restos con una lanza de metal, les riega creolina y los amontona. Luego, retroexcavadoras los depositan en un pozo. “A este paso, vamos a pasar de tener una sabana a tener un desierto”, dice conmovido.
La muerte de chigüiros no es novedad en el Casanare. La sequía es un fenómeno normal, que dura cuatro meses al año. En los otros, el agua abunda. Se trata de un ecosistema conocido como la sabana inundable, único en el mundo. Para el ambientalista Rodrigo Botero, la región podría considerarse uno de los humedales más grandes del país. Se han hecho intentos por consolidarlo como parque natural, pero múltiples intereses (petroleros, ganaderos y agrícolas) no lo han permitido.
Lo que no es normal, según los pobladores, es la magnitud y las especies que se están perdiendo. Eduardo Martínez, un ganadero de la vereda Caño Chiquito, fue uno de los primeros que lanzó las alertas. Ver morir cientos de animales, cuando antes apenas eran unos cuantos, le ha impactado tanto que cuando llegó la ministra no pudo contener las lágrimas. Le indigna que digan que la situación es normal pues según él lo que está sucediendo es “algo que nunca se había visto…el agua se nos esfumó”. Laura Miranda de la fundación Cunaguaro, le da la razón. Agrega que aunque en el pasado algunos chigüiros morían, han empezado a aparecer cadáveres de otras especies como las babillas y las tortugas, que suelen ser resistentes a los extremos cambios de clima. Estos solían enterrarse en los veranos para resguardarse, pero en esta ocasión el suelo perdió tanto su humedad que se volvió como una roca y muchos quedaron atrapados bajo tierra.
Los chigüiros son la población más afectada. La directora del Instituto Humboldt, Brigitte Baptiste, explica que estos son animales de agua, que tienen una piel que requiere mantenerse húmeda. Por eso buscan el barro y los charcos “para no morir de calor”. Para la directora de Corporinoquia, Marta Jhoven Plazas, el tema no es grave pues su entidad registra que ha fallecido menos del 1 por ciento del total de los chiguiros del Casanare, que puede ser un millón. Pero Gestión del Riesgo ha identificado 50 cadáveres de animales por cada 250 metros afectados. Como la zona de emergencia es de más de 150.000 hectáreas, la cifra podría ser muchísimo más alta.
En la región nadie ha podido explicar a ciencia cierta qué hizo que este año el agua se “esfumara”. Casi todos los campesinos tienen una historia de cómo la sísmica de las compañías de hidrocarburos ha afectado su tierra y muchos ven a la extracción petrolera como causante por los métodos con los que hoy se saca el crudo.
Gran parte de esta actividad en Casanare, célebre por los pozos de Cusiana y Cupiagua, se da en Paz de Ariporo. Allí operan Pacific Rubiales, Ecopetrol, Geo Park, Cepcolsa, Petrominerales, New Granad y Parex. La Fiscalía abrió investigación a algunas de ellas, pero las autoridades ambientales dicen que es apresurado atribuirles responsabilidades. Por otra parte, el ex ministro Manuel Rodríguez, ha pedido un estudio riguroso sobre lo que pasó que, según él, debería incluso llevar a repensar si esa actividad debe continuar en la región.
Otros han señalado a la ganadería extensiva. Como se sabe algunos propietarios secan humedales o queman bosques para ganar terrenos. Según datos de la Nasa, recogidos por el ambientalista Rodrigo Botero, de diciembre de 2013 a la fecha se han presentado más de 580 incendios en Paz de Ariporo que han costado la pérdida de más de 20.000 hectáreas. Según el Ideam, entre 2010 y 2012 la tasa de deforestación duplicó la de las dos décadas anteriores, y llego a 1.332 hectáreas anuales.
Otros culpan al cambio climático. Aunque se sabe que Colombia es el tercer país más vulnerable del mundo a este fenómeno, no hay estudios que unan lo que pasa en el Casanare con ese fenómeno. Y otros más endilgan la situación a la corrupción y a la ingobernabilidad de la región que, como en otros lugares, ha convertido a las CAR, las encargadas de velar por esos territorios, en fortines políticos.
Es probable que lo que pasa en el Casanare sea una combinación de todos estos factores. Lo grave es que la foto de los chigüiros agonizando que conmovió al país es el retrato de lo que podría venir. Las escenas de tierra árida y animales muertos parecían más propias de África que del segundo país más biodiverso del mundo y el quinto en recursos hídricos. Se ha hablado no poco del pronóstico de Nostradamus de que las próximas guerras mundiales podrían ser por el agua. El Casanare luce por estos días como esa profecía a punto de cumplirse.