26 de julio de 2024 - 9:47 PM
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Hija de policía asesinado en plan pistola dio un triste adiós: “le pinté un mar y la playa”

Por GUSTAVO OSPINA ZAPATA

“Que la gente mala reflexione, porque les aseguro que si sus familiares se murieran o los mataran a ellas no les gustaría y se pondrían muy tristes”.

Con esta reflexión de vida, Violeta Yepes Garcés, una niña de nueve años, despidió este lunes en el cementerio a su padre, el subintendente Sergio Yepes, de 36 años y quien fue asesinado el sábado en Yarumal en un ataque sicarial en el que también resultó gravemente herida su compañera la agente Luisa Fernanda Zuleta, de 23 años, quien murió luego en un hospital de Medellín.

Acompañada de su madre, Katerine, Violeta tuvo la valentía de hablar en la misa de despedida en Campos de Paz: “mi papá fue un gran padre, un buen esposo, hijo y una persona alegre y especial”. Momentos antes, el general Gustavo Franco, comandante de la Región 6 de la Institución, lo había destacado como un hombre valiente, que “se hizo policía acá y entregó su vida por los antioqueños”.

El templo estaba abarrotado de uniformados, de familiares del policía inmolado y de decenas de vecinos del barrio La Milagrosa, donde vivió los últimos años al lado de su esposa y su hija. Allí lo querían.

Pero nadie quería hablar, como si el dolor se atragantara y las palabras dichas fueran al vacío. Una asistente al cementerio explicó sus razones: “no nos duele lo que les pasa a los policías, no hay mensajes de solidaridad, hay indiferencia”, dijo en tono alto para que la escucharan todos.

“Siento que lo llevo aquí”

Mientras el comandante de la Policía Antioquia, coronel Daniel Mazo, lamentó los crímenes contra los agentes (que ya son 20 en el departamento este año), los llantos emergieron entre los asistentes.

Un hombre que portaba todo el tiempo una flor en su mano nunca moduló palabra. Su miraba se veía perdida en los recuerdos: “él es Mauricio, uno de los mejores amigos que tuvo Sergio”, dijo una voz.

Luego de que el féretro fuera enterrado y tapado con tierra y cuando ya todos se habían ido, Mauricio se sentó junto a la tumba, en silencio, con la flor en su mano y el llanto en sus ojos. Se hundió en sus pensamientos.

Entre tanto, la valiente Violeta, con permiso de su madre, volvió a hablar de su padre. Ella, estudiante de 4° grado en un colegio de La Milagrosa, le había pintado un cuadro que le puso sobre el pecho antes de que cerraran la caja. “Le pinté un paisaje con el mar y la playa, a él le gustaba mucho ir allá, nosotras (ella y su madre) fuimos con él y la pasamos muy divertidos, hicimos muchas cosas”, dijo.

En el municipio Betania, de donde era oriunda, entre tanto esperaban la llegada del cadáver de la agente Luisa Fernanda, que llevaba seis años en la Policía: “una mujer valiente, como el subintendente Sergio, que en la pandemia trabajaron por conseguir solidaridad, medicamentos y alimentos para la gente del municipio”, dijo el coronel Mazo.

En Campos de Paz, sin embargo, no quedó solo el cadáver del agente inmolado aparentemente en el llamado “plan pistola” que adelanta el Clan del Golfo contra los uniformados en Antioquia.

Violeta, con el Kepis de su padre sobre su cabeza, dijo todo lo que quedó aplazado entre los dos: “teníamos planeado ver una película de terror, ir a un restaurante que habíamos conocido y visitar París. Con el kepis siento que lo llevo aquí conmigo y estará por siempre”, expresó en tono sereno y firme. Su padre le enseñó a soñar y a vivir para servir, dijo su profesora del colegio. La tarde estaba triste.

Fuente: El Colombiano

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