Después de recorrer buena parte del planeta, de codearse con las más rutilantes estrellas del cine, de la televisión y de las bellas artes, de compartir con los más encopetados actores políticos de la época, Félix Rodríguez, a quien en el mundo artístico se le conoce como El Perico Ligero, padece del olvido, del abandono de la tierra que tanto defendió, confinado en una casa que nunca terminó, donde sufre una penosa enfermedad, que según los médicos, no tiene cura.
POR MIGUEL ARANGO DEVIA
Félix Rodríguez es un campesino casanareño que está a punto de cumplir los 90 años de edad, desde muy joven descubrió que, en una tierra de cantores, poetas y músicos, él tenía condiciones especiales para mirar y calificar las cosas de manera diferente, ponerles un ritmo que hacía que se oyera agradable y eso se convirtiera en un atractivo que le gustara a la gente.
En un principio, esas facultades resultaban divertidas y a través de sus ocurrencias, la pasaba muy bien en medio de los amigos, los parrandos y las campañas políticas, que se vanagloriaban teniendo en las tribunas públicas un artista que llenaba las plazas, mientras el candidato llegaba con la sarta de promesas.
Muy rico, porque el Intendente, al gobernador y los alcaldes, cada vez que llegaba un político de Bogotá, los llamaban para que amenizara la ceremonia.
Un día, por allá a mediados del mes de julio de 1983, fue el mismísimo presidente de Colombia Belisario Betancurth, que lo mando a llamar para amenizar una ceremonia en el Palacio de Nariño, a inaugurar el teatro Jorge Eliecer Gaitán y divertir al cuerpo diplomático acreditado en Colombia.
El Perico Ligero se hizo acompañar para esa ceremonia de Rosa Espinosa, como su pareja de baile, de Jorge Albarracín interpretando la Cirrampla, del cantante de moda Alfonso Niño, el Alcaraván Sabanero, de Luis Quinitiva, el maestro de la bandola criolla, del guitarrista Álvaro Salamanca, de Chuco Negro en los capachos y por lo menos media docena de músicos, todos de origen criollo, de las sabanas de Casanare.
La ceremonia en Palacio, fue como la entrada a una época de espectáculos en todo el País. El teatro Pablo Tobón Uribe y la plaza de las banderas de Medellín, Los Cristales y el Teatro Municipal de Cali, El Teatro Colon y la Media Torta de Bogotá, entre otros escenarios, se llenaron a reventar para gozarse el espectáculo llanero que con el apoyo de la Presidencia de la República y las alcaldías de Bogotá, Medellín y Cali, ofrecieron al sus comunidades como una cultura que no conocían.
Luego fue Méjico y España. Gracias a la impresión causada en la casa de Nariño, los embajadores de esos dos países gestionaron ante sus respectivos gobiernos, la invitación para una gira artística que incluyó los más importantes centros académicos y artísticos, museos y sedes culturales de carácter mundial.
Miles Frechette, embajador de los Estados Unidos ante el gobierno de Colombia, no tardo, en nombre de su presidente Ronald Reagan, en extender la invitación para que Felix Rodríguez, el Perico Ligero, aceptara una gira por el Imperio económico del Norte.
Posteriormente fue Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Venezuela y varios países centroamericanos.
Produjo hasta ahora, 7.432 poemas, 30 pasajes y 5 recios, que grabaron varios consagrados trovadores de la canta llanera.
Muchos presumirán que Felix Rodríguez, el Perico Ligero, debió de ganar bastante dinero en sus giras. En verdad, fueron giras de carácter cultural, sin agentes ni representantes y sin remuneración económica.
Así fue la época dorada de, Feliz Antonio Rodríguez Cárdenas, el hombre de la vereda Guasimal de Yopal, que hoy, confinando en un camastro, en un cuarto oscuro de una casa que nunca termino de construir, espera que quienes se ufanan de promover la cultura y los valores culturales del llano, se acuerden de él, que en una época, recorrió buena parte del planeta, dando a conocer los valores culturales, de esta tierra, Casanare.
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