
Maria Fernanda Rico (Foto archivo familiar)
María Fernanda Rico, una joven de 20 años, soñaba con un futuro brillante en Estados Unidos. Con la esperanza de encontrar nuevas oportunidades, decidió viajar desde su hogar en Yopal, Casanare, buscando un mejor porvenir. Sin embargo, lo que comenzó como una oportunidad para alcanzar sus metas se transformó en una pesadilla inimaginable.
El 24 de octubre de 2024, mientras conducía por una carretera en California, un accidente cambió para siempre la vida de la joven. La llanta de su vehículo estalló, y, aunque intentó buscar refugio, no pudo evitar ser impactada por dos vehículos que se acercaron rápidamente. El golpe fue brutal. María Fernanda sufrió un trauma craneoencefálico severo y una lesión en la columna vertebral, lo que la sumió en un coma profundo. Fue trasladada de urgencia al Hospital San Joaquín, donde luchó por su vida durante dos largos meses y medio, conectada a un respirador y esperando que su cuerpo resistiera el embate de la tragedia.
Pero al despertar, la realidad era aún más dura. Aunque había superado la fase crítica, las opciones médicas en California no eran las ideales. Fue trasladada a un geriátrico en el que no contaba con los especialistas ni los recursos necesarios para su rehabilitación. Lina Chávez, hermana de la joven, relató cómo el centro solo administraba medicación para mantenerla dormida, sin ofrecerle las terapias necesarias para su recuperación. «No queremos que muera», expresó Lina entre lágrimas, mientras su familia observaba impotente cómo la joven permanecía en una situación que no solo la alejaba de la vida, sino que también la condenaba a un sufrimiento silencioso.
Un mes después del accidente, los padres de María Fernanda lograron viajar a Estados Unidos con una visa de emergencia. Se instalaron en el geriátrico donde su hija recibía atención, pero las condiciones eran precarias. Dormían en sillas, junto a ella, sin poder hacer mucho más que esperar que alguna solución apareciera en el horizonte.

En su búsqueda por una oportunidad de salvar la vida de su hermana, la familia solicitó ayuda a la Cancillería de Colombia en febrero de 2025, pero el proceso fue lento y, según denuncian, las respuestas fueron insuficientes. La familia fue orientada a contactar al Consulado de San Francisco, que, lamentablemente, no podía ofrecerles la ayuda necesaria para realizar la repatriación de María Fernanda, pues su estado de salud requería un avión medicalizado, algo que, según la familia, no podían cubrir por su cuenta.
Con el corazón roto, Lina Chávez relata la tragedia de su hermana, quien antes del accidente cursaba el tercer semestre de Derecho en la Universidad de San Gil (Unisangil) y trabajaba en DoorDash, un servicio de entrega de comida. María Fernanda se había embarcado en este viaje con la ilusión de avanzar en la vida, pero hoy, cuatro meses después del accidente, su historia es una de lucha, de dolor, pero también de esperanza. La esperanza de regresar a su país, de recibir la atención médica que necesita, y de recuperar la oportunidad que el destino le arrebató.
La familia, destrozada pero decidida, pide ayuda a la sociedad colombiana, a las autoridades y al gobierno para poder traer a María Fernanda de vuelta a Colombia, donde podría recibir los cuidados adecuados para su recuperación. Sin embargo, mientras esa ayuda llega, su situación se vuelve más crítica con cada día que pasa.
María Fernanda, que solo quería avanzar en la vida y alcanzar sus sueños, hoy lucha por sobrevivir en un lugar lejano, mientras su familia se aferra a la esperanza de traerla de regreso a casa. Su historia es un grito de auxilio, un llamado de esperanza para todos aquellos que puedan extender su mano y brindar la ayuda que tanto necesita.