
León XIII
Por Las Chivas del Llano y Boyacá
Nació para pensar y servir. En medio de las colinas de Carpineto Romano, un 2 de marzo de 1810, llegó al mundo Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, quien años más tarde se convertiría en León XIII, el papa número 256 de la Iglesia Católica. Hijo de un conde, criado con disciplina y sabiduría, desde joven mostró una mente aguda y un corazón atento a los cambios que estremecían a Europa en el siglo XIX.
Desde los libros al solio pontificio. Estudió en el Colegio Romano y luego en la Academia de Nobles Eclesiásticos, donde no solo afiló el latín, sino también su comprensión del mundo. Fue nuncio en Bélgica y obispo en Perugia, donde pasó más de tres décadas escuchando al pueblo y leyendo los signos de los tiempos. No fue un príncipe alejado, sino un pastor con botas puestas, atento a la pobreza, al trabajo y al sufrimiento del hombre común.
Pontífice a los 68 años. El 20 de febrero de 1878, tras la muerte de Pío IX, fue elegido Papa y tomó el nombre de León XIII. Su pontificado se extendió por 25 años, hasta su muerte en 1903, y fue uno de los más largos de la historia. Durante ese tiempo, León XIII no solo cuidó de la fe, sino que la hizo dialogar con la razón, la ciencia y los dolores del pueblo trabajador.
Un Papa de ideas grandes. No se encerró en los muros del Vaticano: salió con su pensamiento a tender puentes entre la Iglesia y el mundo moderno. Fue el primer Papa en grabarse en video y ser fotografiado, signo de que entendía los nuevos tiempos. Pero lo que lo hizo verdaderamente inmortal fue su encíclica Rerum Novarum, publicada en 1891.
La voz del obrero en la Santa Sede. En Rerum Novarum, León XIII defendió los derechos de los trabajadores, pidió salarios justos, condenó los abusos del capitalismo salvaje y también del socialismo ateo. Llamó a la dignidad del trabajo, al papel de la familia y a la necesidad de sindicatos cristianos. Fue, sin duda, el padre de la Doctrina Social de la Iglesia.
Un espíritu conciliador. Aunque heredó una Iglesia perseguida por los Estados modernos, no promovió la confrontación, sino el entendimiento. Fomentó relaciones con gobiernos, impulsó la educación católica, promovió el estudio de Santo Tomás de Aquino, y defendió la libertad religiosa.
Murió con la cabeza en alto. El 20 de julio de 1903, a los 93 años, León XIII entregó el alma al Creador. Se fue dejando huella como uno de los papas más sabios, prudentes y progresistas de su tiempo. Su cuerpo reposa en la Basílica de San Juan de Letrán.

¿Por qué nadie más se llamó León… hasta hoy?
Desde la muerte de León XIII en 1903, ningún otro Papa se atrevió a tomar ese nombre. Pasaron más de 120 años de silencio felino en el trono de San Pedro. Y no fue por olvido, sino por respeto y peso histórico.
León XIII dejó el listón muy alto. Fue un Papa sabio, progresista, mediador en tiempos de guerra cultural entre fe y razón. Quien se llamara León después de él, tendría que rugir igual de fuerte en medio de los desafíos del mundo. Y quizás, por eso, sus sucesores prefirieron nombres nuevos, menos cargados de expectativas. Hasta ahora.
Hoy, con la elección del Papa León XIV, el cardenal norteamericano Robert Prevost se lanza a la historia con coraje. Recupera un nombre que suena a fuerza, justicia y sabiduría. No es cualquier nombre. Es un mensaje simbólico: volver a una tradición de Papas pensadores y sociales, en tiempos de polarización y fragilidad espiritual.
¿Y por qué “León”?
El nombre «León» viene del latín Leo, que significa león, símbolo de poder, nobleza, vigilancia y coraje. En la tradición cristiana, también está asociado al evangelista San Marcos, cuyo símbolo es un león alado, y al mismo Cristo como el León de Judá, protector y Rey.
Quien elige llamarse León en la Iglesia, no se esconde ni se calla. Se declara pastor, pero también centinela. Es un nombre que impone, pero que también invita a rugir por la justicia, como lo hizo León XIII.
¿Quiénes fueron los otros Papas León?
Nada menos que 13 pontífices llevaron ese nombre antes que el actual León XIV. Aquí los tiene, sumercé, uno por uno:
- León I (San León Magno) – 440–461. Defensor de Roma ante Atila el Huno. Uno de los grandes Doctores de la Iglesia.
- León II – 682–683. Confirmó las decisiones del Concilio de Constantinopla y promovió el canto gregoriano.
- León III – 795–816. Coronó a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio en el año 800.
- León IV – 847–855. Fortificó Roma y restauró la ciudad tras ataques sarracenos.
- León V – 903. Su pontificado fue breve y turbulento; fue depuesto al poco tiempo.
- León VI – 928. Gobernó en una etapa convulsa, con escasa documentación de su obra.
- León VII – 936–939. Promotor de la reforma monástica y colaborador de Otón I.
- León VIII – 963–965. Su legitimidad es debatida; fue elegido durante una crisis eclesiástica.
- León IX – 1049–1054. Gran reformador; enfrentó el Cisma de Oriente con Constantinopla.
- León X – 1513–1521. Papa renacentista que excomulgó a Lutero y enfrentó la Reforma.
- León XI – Abril de 1605. Reinó solo 27 días; llamado «el Papa de un mes».
- León XII – 1823–1829. Conservador y moralista; buscó restaurar la piedad católica tradicional.
- León XIII – 1878–1903. Intelectual, modernizador, autor de Rerum Novarum y padre de la Doctrina Social de la Iglesia.
¿Qué similitudes podrían unir a León XIII con el nuevo León XIV?
Ambos surgen en épocas de tensión:
- León XIII enfrentó el siglo de la industria y el pensamiento secular.
- León XIV asume en medio de crisis de fe, guerras, desigualdad y tecnologías desbordadas.
Ambos vienen con visión:
- El primero quiso una Iglesia cercana al pueblo trabajador.
- El nuevo parece querer tender puentes desde el continente americano, con otra mirada del mundo.
Ambos, al llamarse León, se comprometen a rugir con esperanza, a no esconderse tras los muros del Vaticano, sino a hablarle de frente a la humanidad.
🟡 Análisis final: ¿por qué importa este nombre?
Porque los nombres no se eligen al azar. Son bandera, declaración, símbolo y mensaje.
León XIV no solo revive una historia gloriosa. Está diciendo: «vengo a continuar un legado de sabiduría, justicia y diálogo.»
Y en tiempos donde la Iglesia busca reencontrarse con su esencia humana y espiritual, ese rugido era necesario.
“Sumercé podrá ponerse sotana, pero si no ruge por los suyos, no es León” —decía un viejo fraile en Boyacá.
Pues ahora tenemos León XIV. Y el mundo entero está escuchando.
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