
Alvaro Leyva Durán, excanciller
En una nueva y contundente carta, el excanciller Álvaro Leyva le habla directamente al presidente Gustavo Petro desde Varsovia, expresando su preocupación por el estado de salud mental y física del mandatario. Leyva afirma que Petro está «muy mal», que ha perdido el control y que su condición representa un peligro institucional para Colombia. En el extenso documento, narra episodios que, según él, evidencian comportamientos erráticos del presidente, incluyendo situaciones durante su mandato y antes de este. Con una mezcla de tono testimonial y denuncia, Leyva plantea que Petro debe hacerse a un lado y advierte sobre el peligro de una ruptura institucional. Concluye anunciando que pronto escribirá una carta abierta a los colombianos con propuestas para superar la crisis.
Señor Presidente:
De nuevo me dirijo a usted. Esta vez con mayor pesar. Aún más, lo hago con profunda tristeza. Debo ser franco con usted. Me duele la crudeza del lenguaje con el que me debo expresar. Inusual en mi caso pero necesario. Su estado no permite nada diferente por encontrarse en un momento de enorme confusión en lo personal con graves implicaciones para el país que le ha correspondido liderar.
Créame que me sentí enaltecido cuando me nombró Ministro de Relaciones Exteriores. Para mí constituyó la oportunidad de escribir páginas gloriosas en un capítulo nuevo de la historia de Colombia. Aposté a que le íbamos a demostrar al mundo que bajo su dirección de avanzada democrática y justas miras era posible dar ejemplo en variadísimos campos a pueblos enteros; tanto al nuestro como a muchos otros allende nuestras fronteras.
Ciertamente ha sido difícil asumir la posición que hoy sustento frente a usted. Sorprendente para algunos. Para otros ya tardía. Y grandes sectores de opinión ajenos a la realidad de lo acontecido recientemente en la nación reciben lo que es absolutamente cierto con incredulidad. Por fortuna mi mejor testigo de lo que he venido señalando y continúo revelando es usted mismo.
Es que usted está mal. Muy mal. Ya no se mide. Perdió los estribos. Y lo sabe. Y para sostenerse, abusa. Incluso se le adivina que el golpe de Estado al cual usted tanto teme y al que reiteradamente alude es un auto golpe que usted quisiera dar, descalabrando la nación y arrasando con las instituciones. Todo con el alcance de disfrazar lo inocultable.
Permítame preguntarle: ¿Si usted Gustavo Petro hubiera sabido en su momento que yo, su ministro de Relaciones Exteriores, padecía la enfermedad de la que usted es hoy víctima, me habría dejado a cargo de tan importante cartera? Entiendo que no le sea posible contestar Presidente. Y es que ya no se trata de la errática gestión suya como gobernante sino de la causa próxima que nos ha conducido con perplejidad al actual estado de cosas. Fuerte tener que decirlo sin ambage alguno. Sin rodeos de ninguna clase. Es que hoy se encuentra usted en muy mal estado.
Más continúo con otra pregunta así corresponda ella a una manera de subrayarle su lamentable realidad: ¿Será lo anterior el motivo por la que encarga de funciones de Presidente de la República sin temblarle el pulso al ciudadano Armando Benedetti tras haberle hecho él la siguiente confesión a la periodista Patricia Lara en reciente entrevista: “Yo no quisiera ser adicto pero lo soy”? (Cambio-Poder 27 de abril de 2025).
¿A qué adicción se refiere el entrevistado? ¿De qué podrá tratarse? ¡Por favor Presidente! Los entendidos lo comprenden: al consumo de estupefacientes. Realidad aceptada por él mismo de tiempo atrás. Ni más, ni menos, trátase de la misma afección que usted padece y que tiene hoy al país en vilo. En zozobra. Como que usted no es consciente, no es capaz de entender la gravedad de lo que le viene aconteciendo y de lo que usted viene haciendo. ¿O sí es consciente?
Presidente: Le manifiesto públicamente que no retiro ni un solo párrafo, ni una coma, ni un punto de las cartas de mi pluma dirigidas a usted con fechas abril 19 y mayo 5 del año que corre. Ciertamente su contenido, para quienes no han estado al tanto de sus impropias conductas, fue aparentemente cruel. Deslealtad dicen algunos; traición, dicen otros. Mas sin embargo, nada de lo afirmado en esas misivas lo ha podido controvertir usted.
Y es que no tenía por qué conocer yo sus antecedentes en los campos y escabrosas realidades referidas por mí en las citadas comunicaciones. Al haber dado el paso que di enviándole esos mensajes, ya no pensando en la “prudente ocultación de la verdad” para no ofender; para evitar daños, que bien aconsejan los moralistas en casos de muy particular consideración, sino en el bien general atropellado por usted fungiendo como Presidente de la República en estado de enfermiza incompetencia, me corresponde estar a la altura del aciago momento.
Déjeme decirle además que sí creo que la mayor edad, particularmente en mi caso, ya por condiciones particulares de formación familiar y de creencias, ya por lo vivido con experiencias únicas incluidas, me da tranquilidad para acometer lo que sea necesario en defensa del orden constitucional y de mi patria. A nada le tengo temor cuando del país y de justas causas se trata.
Para refrescar algunas memorias permítaseme hacer referencia a la Piazza del Grano 20, Florencia, Italia. Los hechos ocurridos en un sitio allí ubicado son parcialmente recogidos por testigos en los términos que seguidamente se anotan. Y es que nunca se me pasó por la imaginación, Presidente, que eventualmente tendría que recurrir a estos infortunados relatos para poner de presente que su enfermedad no es de hoy. Viene usted mal de tiempo atrás.
¿Y qué sucedió en la estación del tren de la citada ciudad que lleva el nombre Santa María Novella? Todo lo anterior, como para desear que nunca hubiera tenido lugar.
Y lo que a continuación se relata, Presidente, es un episodio que pone de presente lo que le ha sucedido a usted en diversos grados, en distintos momentos y lugares. Ya como Presidente en ejercicio.
Tenga usted en cuenta que el acontecimiento al cual aludo a continuación se advierte a la opinión pública a partir de que @DiegoASantos en X señala: “Y eso que Leyva no contó lo que hizo en la gobernación de la Guajira y el estado en que lo sacaron (…). Si eso se contara”. Esto, Gustavo, como resultado del contenido de mis dos primeras cartas dirigidas a usted.
Retoma luego lo de Diego A. Santos el señor Jota (@JorgeCordobaDr) en X: “Los testimonios que hay son espantosos. Fuentes del gobierno dptal cuentan que lo recogieron en su propia M…, que lo hizo ausentar 2 días…”.
Y sí ocurrió. Lo debe recordar, Presidente. Tuvo lugar en la semana que inició el lunes 26 de junio de 2023. Por fortuna, en una de las más que desafortunadas madrugadas fue generosamente asistido por alguien a quien la suerte aporreada la tiene.
El gabinete ministerial hizo presencia en La Guajira la semana antes indicada. Allá estuve en mi condición de Ministro de Relaciones Exteriores. En un momento dado se retiró, desapareció usted. Suceso que terminó en la más escandalosa y desvergonzada situación; por lo impúdica y sórdida. Acudo a ciertas palabras para evitar mayores descripciones. Sepa usted que todo lo recuerdan muy claramente quienes lo tuvieron que lidiar; los que lo tuvieron que aguantar.
Lo anterior debe tenerse en cuenta con toda la seriedad que la situación amerita, Presidente. El primero que tiene que asumirlo es usted. Realidad suya insoslayable. Enfermo está. Su estado es de mucha gravedad, señor. Si no es así, demuestre lo contrario. No es difícil someterse a una prueba. Y bien sabe que superar su actual condición implica ayuda profesional.
El país todo tiene que ser consciente de lo que le viene ocurriendo. Veámoslo, Presidente; aclarémoslo: ¿Por qué se pierde? ¿Qué necesidad o necesidades le surgen? Luego, ¿por qué no aparece? ¿Por qué no cumple compromisos? ¿Por qué irrespeta a propios y extraños, ya en Colombia, ya en el exterior, sin consideración de jerarquía o rango alguno? ¿Mentecatos seremos? ¿Mentecatos serán?
Qué tal aquello de construir un tren para comunicar la República Popular China con Colombia. ¿Chiste suyo para entretener a Xi Jinping?
La Asociación de Academias de la Lengua Española congrega veintitrés instituciones oficiales de nuestra idioma. Incluye España, América hispanoparlante, Filipinas y Guinea Ecuatorial para solo mencionar algunas. No incluiría en este escrito dirigido a usted el término que seguidamente menciono de no haber sido recogido su noción por tan reconocida asociación de carácter multinacional. Me refiero al dicho “hacer el oso”.
Significado: (Diccionario de la Lengua Española, 2014): “Se expone a la burla o lástima de la gente, haciendo o diciendo tonterías”.
La noche del 15 de abril desconoció usted de manera oficial la nueva elección de Daniel Noboa como Presidente de la República de Ecuador. Respaldó públicamente la versión de un supuesto fraude. Todo ello a contrapelo de los más conspicuos testigos electorales reconocidos internacionalmente. Sin embargo, sin rubor alguno, el 24 de mayo asiste usted a la segunda posesión del reelegido mandatario. Fue a darle consejos. Por una parte, a exigir la liberación de todos los presos políticos. Por otra, a solicitarle que inicie un “diálogo nacional democrático”. ¿Igual al que le viene proponiendo usted al actual Presidente del Senado de Colombia, señor Presidente Petro? Oso grande el suyo. A la gran mayoría de los enterados, de los que le siguen con cuidado sus pasos, su barrabasada les produjo pena ajena.
Continúo, Presidente: ¿Por qué se presenta ante las tropas horas después del momento convenido, algo no inusual en usted, vistiendo de manera absolutamente impropia? ¿En aquella poco pintoresca ocasión de marras, de cuál tierra tropical venía? Irrespetuoso usted con nuestra Fuerza Pública.
Ahora: ¿Cuál de los senadores que no comparte su estilo o alguno de sus proyectos de ley o la famosa consulta es el más HP de todos? Comience, si los quiere señalar, por los de la Costa Atlántica. A ellos hizo usted alusión en Barranquilla por sus propios nombres.
¿Quiénes son los oligarcas que, a su decir, son asesinos? ¿Y cuántas veces más piensa convocar en plaza pública a ciudadanos de bien, movilizándolos en buses y busetas, pagos con dineros del Estado y a punta de refrigerios y una que otra papayera de aquellas por ahí? ¿Todo de su exclusiva iniciativa? ¿Será?
¿Y de los aprovechadores qué se puede decir? ¿Todo ha sido fruto de su exclusiva imaginación con la dañina intención de amenazar las instituciones y a mucha gente de bien a garganta encendida? ¿Las cortes instituciones de pacotilla? ¿Enemigas suyas?
¿Y es que no se da cuenta que detentando usted, doctor Petro, la alta investidura que lo reviste, al seguir maltratando y sindicando de desafortunada manera al Presidente del Congreso y a otras dignas personalidades de la nación, los está colocando en la picota pública? Si matan a cualquiera de ellos, entonces ¿qué, Gustavo? ¿Qué?
Por favor, no actúe tan irresponsablemente, hombre. Su conducta termina dejando un cierto sabor a cobardía, algo que sé no es propio suyo. Grave todo ello. Prefiero pensar que su situación no le permite darse cuenta.
Suyo:
“La consulta no se tramitará en frío (…)”.
“Se dará la lucha popular (…)”.
“Ahora no es solo gritar en una plaza pública (…)”.
“Yo delego el papel de dirigente popular que hasta este momento he tenido a la coordinadora nacional popular de movimiento y organizaciones para que dirija las acciones que el pueblo debe tomar (…)”.
“Ustedes deciden los momentos, los días, los tiempos (…)”.
“La oligarquía debe saber que ahora tiene al pueblo enfrentado porque no fue capaz de dialogar con el Presidente para llegar a un acuerdo (…)”.
“Que si toca ir a una huelga indefinida se pondrá [Petro] al lado del pueblo (…)”.
“Y si me van a echar por ello, entonces estalla la revolución en Colombia porque no vamos a arrodillarnos”.
¿Y ahora qué sigue, Presidente? ¿“A la carga”? Y después de todo lo anterior, ¿resulta que no recuerda usted que fue usted mismo quien incitó al desorden?
Ya no más, Presidente Petro. Hora de irse. Esto porque, en sus manos, en su situación, el país se hunde. El alma de la nación está en pena. Ya se mira y se sufre con angustia el caos moral y político al que usted la ha conducido. No lastimen más a nuestra patria. Benedetti y usted. Y otros abusadores que no es del caso mencionar ahora mismo. Ellos afloran solos.
Señor: La comunidad de naciones nos viene mirando con estupor y lástima. Esto porque respeta a nuestra amada nación, porque añora la idea que siempre se ha tenido de la República de Colombia y la tiene muy presente; anhela que la horrible noche que padecemos se supere prontamente.
Y no se vaya a venir con el cacareado cuento de que el problema estriba en que este exministro suyo es de derecha. Fascista dirá usted. Frente a la droga y su actual condición, ¿cuál izquierda?, ¿cuál derecha?, hombre.
Recuerde una y otra vez que no nací ayer. Es cierto. Es la ventaja que tengo. Por ejemplo, usted no había cumplido cinco meses de vida cuando vi entrar a Naciones Unidas con motivo de la Asamblea General del 13 de octubre de 1960 a Nikita Jrushchov. Y a Patricio Lumumba y a Fidel Castro. Jrushchov intervino desde el pódium principal, zapato en mano. Castro pasó las noches en el barrio Harlem de Nueva York.
En 1962 —tenía usted si acaso dos años—, fui testigo de la llamada Crisis de los Misiles en Cuba, que casi desemboca en una guerra nuclear. Me visitan la memoria las intervenciones del Canciller de Cuba Raúl Roa y del Secretario de Estado americano Dean Rusk. No me lo contaron, yo lo viví.
Dos años antes había asistido a la manifestación pública del candidato a la presidencia John F. Kennedy. A su lado su mujer Jacqueline. Sitio: isla de Manhattan, Nueva York. Asistencia: un millón de personas.
Presidente: En ningún momento de la historia de Colombia se ha registrado una tan lamentable situación como la suya en cabeza de un Jefe de Estado. Y le agrega usted a esa incontrovertible realidad la mala idea de convocar al caos con la ruptura institucional incluida.
Permítame anticiparle que, de insistir usted y alguno que otro acompañante suyo en el empeño de desconocer la Constitución y la ley y la tranquilidad social, podrían terminar en la cárcel. Se lo comenté de manera distinta en mi última misiva: “Tenga presente que la enfermedad proveniente de los vicios no es un eximente de responsabilidad”.
Pretender soslayar o disfrazar su realidad con necias o absurdas iniciativas so pretexto de buscarse usted una solución a lo personal lo puede llevar a una sin salida peligrosa y al país a la anarquía.
Agréguele a todo ello que usted no está en condiciones de garantizar la salida electoral prevista institucionalmente para próximas fechas. Se trata de algo que escapa de sus manos porque ya ha dejado de ser usted —lo ha demostrado— el gobernante de la nación colombiana. Se ha entendido claramente que el que gobierna es otro, a pesar de sus discursos altisonantes y emocionantes para algunas galerías.
Presidente: Créame que, a pesar de mi rudeza, he procedido a decirle todo lo que usted ha leído y lee con consideración. Con valoración única; bien necesaria. Pongo a Dios de testigo. Pienso en las ciudadanas y ciudadanos de mi amada patria. En el Estado social de derecho, en la Constitución de 1991. En la sangre derramada durante décadas enteras, en los desplazados, en mi país multiétnico y multicultural, en los que tienen por haberlo logrado con honorable esfuerzo y en los que carecen hasta de lo cóngruo, lo necesario.
Sí hay fórmulas para salir del atolladero.
Muy prontamente le dirigiré una carta abierta a los colombianos, señalando unas insinuaciones para su consideración. Sé que mis títulos posiblemente no son suficientes, pero es que sufro como todos a Colombia y lo hago con amor porque se trata de una misma causa. Habrá de entenderlo usted, Gustavo Petro. Apelaré a su patriotismo.
Con gran esperanza, suscribo atentamente:
ÁLVARO LEYVA DURÁN