Mientras el país se polariza en un debate político, el Ejército, las Farc y la ONU trabajan hombro a hombro. Crónica de una nueva realidad militar
REVISTA SEMANA.COM
Hay sentimientos encontrados. El general del Ejército Carlos Rojas no niega que el encuentro con Kunta Kinte, en Puerto Cachicamo, le revuelve el corazón. “Usted no sabe cuántos soldados heridos con minas tuve que recoger destrozados”, dice. Ha pasado casi toda su vida militar en los Llanos del Yarí, en la Orinoquia. Por eso el nombre de Kunta Kinte, hoy uno de los jefes del bloque Jorge Briceño (antes Oriental) no le suena raro. Muchas veces vio su foto y lo señaló como su blanco de alto valor. Pero el viernes pasado, Rojas y Kinte, ambos de civil y desarmados, tuvieron que montarse en el mismo carro para recorrer los 13 kilómetros que tendrá la zona veredal que funcionará en este lejano paraje. Juntos verificaron fuentes de agua, carreteras de acceso, extensión y propiedades aledañas. En el carro conversaron sobre los avatares de la guerra y sobre sus vidas. Y al final de la mañana no había duda de que hacen parte de un mismo proyecto: el de ponerle fin a la guerra.
Kunta Kinte es uno de al menos 60 mandos medios de las Farc que viajaron a La Habana hace varias semanas, para conocer de primera mano el papel de esa guerrilla en el monitoreo del cese del fuego bilateral y definitivo, y sobre cómo será la dejación de armas. También para planear lo que hasta hace meses parecía un imposible: una gran operación logística para visitar todas y cada una de las 23 veredas y puntos acordados para que las Farc empiecen a concentrarse una vez se firme el acuerdo final.
Esa operación terminó con éxito este fin de semana. Hubo algunos inconvenientes menores, casi todos con comunidades indígenas que consideraban que las zonas veredales afectaban sus territorios ancestrales, los awa, y algunas comunidades del Cauca. Las dificultades no pasaron a mayores porque militares y guerrilla acordaron sobre la marcha nuevas coordenadas para la ubicación. Cada día visitaron seis puntos simultáneamente. Por lo menos 150 personas entre militares, observadores internacionales, guerrilleros, funcionarios del gobierno y autoridades civiles se movilizaron junto a topógrafos y técnicos que levantaron mapas para verificar en la realidad cómo serán estas zonas. Se requirieron tres aviones de la Policía y 16 helicópteros entre los de la fuerza pública y el CICR. Y un dispositivo de seguridad que involucra a 5.000 soldados e infantes de Marina.
“Esto es único”, dijo el general Javier Pérez Aquino, el oficial argentino que lidera a los observadores de la ONU. Luego de hacer el reconocimiento del territorio, cada una de las partes estampó su firma en el mapa. Allí queda consignado dónde quedarán los campamentos, dónde los contenedores para depositar las armas y dónde la estación de mando de la ONU. En los mapas, desplegados en un centro de mando en la Cuarta División del Ejército en Villavicencio, se puede ver en tiempo real cómo será que las Farc iniciarán sus movimientos hacia las zonas, una vez se firme el acuerdo final de La Habana, y mientras se hace el plebiscito. En promedio esa movida puede durar entre dos o tres semanas. Es decir que cuando el acuerdo quede refrendado, y si gana el ‘Sí‘, ellos ya estarán a las puertas de la zona de concentración.
La operación de esta semana es una ‘muestra gratis’ de la paz. En Puerto Cachicamo, los guerrilleros locales llegaron de civil, luego de actuar como baquianos en terreno, y no pudieron dejar de pensar en que los soldados, con cananas y fusil al hombro, se estaban cocinando de calor. Uno de los farianos del frente Séptimo pidió agua y gaseosa para los soldados y se trenzaron en una charla amena que terminó en una gran conclusión: ¡qué bueno que esta vaina se acabe ya! Claro que esta familiaridad solo fue posible luego de varias horas, pues al principio la incomodidad era el sentimiento común entre soldados y combatientes. Igualmente el general Flórez, el líder de los militares en materia del fin de la guerra, dice con toda tranquilidad “estamos listos para la paz. Si se daña el proceso no será por nosotros”.
En cada una de las seis zonas hay un alto oficial, casi siempre un general, de los que participaron en la subcomisión técnica del conflicto. Es decir que manejan al dedillo los acuerdos, pero también han tenido ya un trato cercano con los guerrilleros. Incluso las fricciones que han existido en el pasado ya no tienen cabida. Para nadie es un secreto que durante este año el general Rojas y Carlos Antonio Lozada, del secretariado de las Farc, discutieron fuertemente. Pero esta semana viajaron juntos por varios lugares y compartieron no solo el carro, sino una que otra fruta para matar el hambre.
Gran parte del éxito de esta operación en terreno se deriva de que las tres partes –gobierno, guerrilla y ONU- la planearon milimétricamente en La Habana. Este es el primer hecho de creación de confianza en el proceso de paz en muchos sentidos, pues no solo se ha ganado entre las partes contendientes, y entre estas y la ONU, sino con las comunidades y las autoridades locales –gobernadores y alcaldes- que por primera vez se sienten convocadas.
Muchos de ellos pisaban por primera vez estos lejanos territorios. Fabio Otero, alcalde de Tierralta, Córdoba, dice que no tenía idea de que en la vereda El Gallo se iba a encontrar con las Farc y eso le generó sorpresa al principio. “Cuando llegamos me di cuenta de que entre los guerrilleros estaba alias Manteco, uno de los más famosos de las Farc. Con él nos sentamos a hablar e incluso me pidió perdón por el secuestro de mi padre hace 8 años. Hubo muchos sentimientos encontrados en ese momento, obviamente por los antecedentes que teníamos en común, pero llegamos a la conclusión de que estamos dispuestos a perdonar y a comenzar de nuevo por el país”.
Por su parte Luis Francisco Vargas, alcalde de Cartagena del Chairá, en Caquetá, destacó que por primera vez se sentaron a almorzar en la misma mesa guerrilleros, comunidad, militares, observadores. Otra foto de la paz. Los alcaldes y gobernadores fueron invitados sin excepción. El alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo, los llamó personalmente a cada uno para que viajaran y escucharan a las comunidades cuyas inquietudes están a flor de piel. Como es entendible, los habitantes han manifestados sus miedos y sobre todo sus necesidades. En Puerto Cachicamo les han asaltado temores como la seguridad y el destino de tendrán los combatientes de las Farc, muchos de los cuales tienen sus familias en este pueblo. De hecho, un ciudadano pidió que viajará hasta allí la subcomisión de género de La Habana para escuchar a las mujeres que tienen hijos con combatientes.
En la comitiva estuvieron también funcionarios del Fondo de Paz, pues en algunas de las veredas será necesario alquilar terrenos para que funcionen los campamentos y los contenedores donde se irán depositando las armas. Estos depósitos estarán rodeados de concertina y rigurosamente vigilados por la ONU hasta el día en que se trasladen para ser inutilizadas y convertidas en monumentos.
La información recopilada esta semana servirá justamente para que no haya errores al aplicar el mecanismo tripartito de monitoreo del cese del fuego bilateral y definitivo y de la dejación de armas. También se la entregarán al secretario general de la ONU el próximo 19 de agosto, para que el Consejo de Seguridad se haga a una idea de la magnitud de la tarea que les espera. En otras palabras, para que sepan cuánto dinero va a costar en realidad.
Luego vendrán dos jornadas extensas de capacitación para los 263 miembros de las Farc que harán parte del mecanismo de monitoreo, los 263 del gobierno (casi todos militares) y los 500 de la ONU. A finales de septiembre, ya todo este alistamiento debe estar terminado. Así las cosas solo falta un pequeño detalle: que se logre un acuerdo final en La Habana y que la firma de ese acuerdo convierta en realidad lo que hoy ya está consignado con lujo de detalles en el papel.