Ruth Rose nació hombre, pero desde los 9 años se sintió atrapada en ese cuerpo. Casi 70 años después decidió poner fin a su martirio y se sometió a una cirugía transgénero, lo que la convirtió en la persona más vieja del mundo en hacerlo. Muchos como ella están siguiendo su ejemplo.
Tras cambiarle el sexo de hombre a mujer, el cirujano responsable de la operación le preguntó a Ruth Rose qué quería hacer con su miembro viril. “Eso se lo dejo a usted, doctor”, contestó ella, y el médico optó por donarlo a la ciencia. Hoy, al recordar ese momento de 2014, cuando tenía 81 años, ella exclama: “¡Pero qué pregunta! Yo estaba feliz de haberme librado de él”.
Había esperado casi 72 años. Desde los 9, Ruth, nacida en Norfolk, Inglaterra, en 1933, y bautizada James, no dejó de pensar un solo día en que se encontraba atrapada en el cuerpo equivocado. Solía preguntarse por qué era un niño si solo imaginaba vivir como mujer. Tenía tal curiosidad que, en secreto, se vestía con la ropa de su hermana cuando no había nadie en casa.
© Semana A los 81 años se convirtió en la persona más vieja del mundo que cambia de sexo
Más tarde, en la adolescencia creyó que esa sensación extraña pasaría si se casaba. Lo hizo a los 23 años luego de conocer a su esposa en la Real Fuerza Aérea, en la que estudió navegación e ingeniería mecánica. Ella, una secretaria, tenía dos años menos y estaba lejos de imaginar el secreto que guardaba su marido. “Nunca le dije de mis sentimientos porque en esa época ser un hombre que quería ser mujer era una aberración sexual”. Tuvieron 3 hijos y su matrimonio duró 42 años.
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Su feminidad no se apaciguó con el matrimonio, sino todo lo contrario: creció y creció, y para 1973, James ya solía salir a eventos a escondidas vestido de falda y tacones. Era una doble vida, pues por entonces era Ruth mientras que en su casa asumía el papel del padre de familia que todos conocían. Ese año, mientras James estaba hospitalizado por una operación, su esposa encontró unas fotos de mujer en la guantera del carro. Furiosa e indignada ante lo que parecía un típico engaño, fue a la habitación del hospital y, con la evidencia en mano, le reclamó por la foto. Ese día tuvo que explicarle que allí aparecía Ruth, la mujer que habitaba en su cuerpo. Su esposa no estaba preparada para la verdad.
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A pesar del impacto, ambos decidieron permanecer juntos para evitar un escándalo social y un shock a los hijos. Su esposa se quejaba con frecuencia de que Ruth le robaba a su esposo, James, durante temporadas muy largas. En sus propias palabras lo hacía desaparecer y lo devolvía cuando quería. James también se sentía mal y en 2003, finalmente, la pareja decidió separarse en forma amigable.
Hace diez años Gran Bretaña emitió la ley de reconocimiento de género que permite a los transgéneros cambiar legalmente su sexo, un reflejo de que la sociedad había modificado su mirada frente a la comunidad LGTBI. Esto hizo que Ruth se sometiera a tratamientos hormonales para hacer realidad su sueño de ser la mujer que siempre había sido. Ella pensaba que esa no era opción a los 81 años, pero su médico ortopedista le dio el empujón. Pese a que conocían la verdad de su condición, a los miembros de su familia también los impactó la noticia. Ruth, sin embargo, decidió seguir adelante con la idea.
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Los cálculos indican que al menos el 1 por ciento de la población mundial nace con disforia de género, la condición por la cual una persona siente que vive en un cuerpo que no corresponde a su identidad de género. En Estados Unidos los médicos realizan entre 200 y 500 cirugías de cambio de sexo y ese número aumenta, pero sobre todo en los más jóvenes, gracias a que el tabú ha disminuido. En estos casos el debate gira en torno a si se debe hacer en la niñez o en la pubertad.
Pero países como Gran Bretaña hoy discuten si los viejos deberían tener acceso a la cirugía. El tema surgió gracias a que el NHS, organismo que vigila la salud de los británicos, mostró que crece el número de adultos mayores que se apuntan para una cirugía de estas. Entre 2009 y 2015, alrededor de 75 personas entre 61 y 71 años se han sometido al cambio. Ante esto, la semana pasada entidades que trabajan por el bienestar de los viejos, como Age Uk, recomendaron hablarles del tema. “Estas personas han tenido toda su vida que ocultar o suprimir esta parte crucial de su identidad por miedo a que los discriminen, los ridiculicen o los traten mal. Este cambio es maravilloso y les ofrece la oportunidad de ser ellos mismos por fin”, dice Caroline Abraham, directora del grupo.
“Me llena de alegría cuando noto mi feminidad. Todo está en su puesto ahora”, dice esta mujer, que todas las mañanas se levanta a nadar en el mar con amigas.
La noticia de la cirugía de Ruth generó una gran controversia en los medios: por un lado, algunos piensan que esa plata, 4.000 libras esterlinas (más de 15 millones de pesos), podía servir mejor para tratar a otros enfermos. “¿A los 81 años? ¿Cuál es la expectativa de vida de esta persona? Es ridículo”, dijo en su momento Roger Goss, un activista de Patient Concern, una organización de pacientes de ese país. Otros, como Ruth, activista en este tema, creen que nunca es tarde. El índice de suicidios entre aquellos que esperan un tratamiento es 7 veces más alto que el normal. “La gente como yo vive en medio de la desesperación”.
Además los tratamientos hormonales a esta edad son limitados, pues a medida que el cuerpo envejece es menos sensible a ellos. “Eso significa que el cambio es menos drástico y toma más tiempo”, dice Timothy Canavaugh, director del programa transgénero de Fenway Health en Boston,Estados Unidos.
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Cambiar de sexo en la tercera edad tiene otros problemas debido a que la gente ya tiene resuelta su vida. Aunque cuando se conoce la verdad muchas parejas se mantienen unidas, hay una sensación de pérdida, confusión, rabia y daño. Los asaltan dudas como entender si la pareja hombre es ahora la pareja lesbiana. También tiene implicaciones financieras y puede existir discriminación laboral. Sin embargo, al resolver ese dilema la mayoría se libera de angustias que amenazan con deteriorar su salud mental, sin importar qué tan avanzada sea la edad.
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Eso experimentó Ruth al someterse a su cirugía. “Me llena de alegría cuando noto mi feminidad. Todo está en su puesto ahora”, dice esta mujer, que todas las mañanas se levanta a nadar en el mar con amigas. Sus compañeros de colegio la han aceptado como es. Cuando la invitaron a la reunión de exalumnos en Norfolk, muchos la recordaron como James, el capitán del equipo de boxeo. “Pero todos me aceptaron así y eso me dio pie para pensar que este tipo de vida es posible”. Hoy, a los 85 años, no se arrepiente de su decisión. Solo extraña no tener una cintura más pequeña y una talla de brasier más grande.
