
La apuesta del presidente Gustavo Petro por someter sus reformas sociales a una consulta popular quedó hecha trizas este martes. El Senado de la República votó en contra de la iniciativa con 49 votos negativos y 47 a favor, en una derrota simbólica y numérica que deja malherido el plan del Gobierno de trasladar el pulso político a las urnas.
El mandatario, desde China, denunció públicamente que la votación fue cerrada de forma irregular, comparando la jornada con el 19 de abril de 1970, fecha asociada al fraude electoral que desató una crisis histórica en Colombia. Petro señaló directamente al presidente del Senado, Efraín Cepeda, a quien acusó de cerrar la votación sin haber agotado el tiempo reglamentario.
Pero mientras se desmoronaba la idea de consulta, en una jugada paralela y sorpresiva, fue revivida en el Senado la reforma laboral, una de las banderas sociales del presidente, archivada en marzo por la Comisión Séptima. La iniciativa volvió a tomar vida gracias a una apelación liderada por el senador Fabián Díaz, del Partido Verde.
Esta movida, sin embargo, no garantiza nada. Revivir no significa aprobar. El tiempo legislativo es corto y el apoyo político sigue fragmentado.
Lo que plantea la reforma laboral
La propuesta busca modificar el régimen laboral colombiano con medidas como:
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Establecer una jornada laboral de 8 horas diarias y 42 semanales sin reducción salarial
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Aumentar los pagos por trabajo dominical y festivo
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Formalizar a los trabajadores de plataformas digitales
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Proteger especialmente a mujeres embarazadas, sindicalistas y trabajadores rurales
El proyecto es respaldado por sindicatos y sectores alternativos, pero ha sido fuertemente cuestionado por gremios económicos que advierten sobre sus posibles efectos en el empleo formal.
Un Congreso con poder y un Gobierno acorralado
La negativa del Senado a la consulta popular marca un punto de quiebre en el segundo tramo del mandato de Petro. Por primera vez desde que asumió el poder, el Congreso se impone de manera clara frente a una propuesta presidencial de alto calibre, sin que exista margen para reinterpretaciones jurídicas o maniobras de último momento.
El hecho de que la reforma laboral reviva justo en la misma jornada da un respiro momentáneo al Gobierno, pero también exhibe las contradicciones internas del Congreso: un Senado que le niega el camino popular a Petro, pero le permite reabrir el camino legislativo, quizás como un gesto de formalidad institucional, o como una forma de alargar el desgaste.
Petro llama a las calles
Tras el hundimiento de la consulta, el presidente respondió con un mensaje directo: convocar a la movilización ciudadana. Hizo un llamado a organizaciones sociales, sectores campesinos, sindicatos y colectivos indígenas a tomarse las calles para defender las reformas sociales, y dejó un mensaje contundente: el pueblo tiene derecho a hacerse escuchar.
Incluso pidió a la fuerza pública proteger a quienes se manifiesten, un giro narrativo que refuerza su apelación a la legitimidad social por encima de la representación institucional.
Desde China, el presidente Gustavo Petro reaccionó con dureza al hundimiento de la consulta popular. En una serie de mensajes, acusó al Senado de cometer un fraude similar al ocurrido el 19 de abril de 1970. Señaló directamente al presidente del Senado, Efraín Cepeda, de cerrar la votación cuando se sumaban los votos favorables. Además, Petro ordenó a la fuerza pública no reprimir manifestaciones y convocó a centrales obreras, movimientos indígenas, comités barriales y organizaciones campesinas para dar “el siguiente paso”. “Al pueblo no se le silencia con trampa. Estoy listo para lo que el pueblo decida”, sentenció.
Análisis político: un día de balances desiguales
El resultado de este martes deja una serie de ganadores y perdedores, y plantea escenarios inciertos:
Perdió el presidente Petro. Su propuesta de consulta no solo fue rechazada, sino que lo dejó expuesto como un mandatario con poco margen en el Congreso. La imagen de líder reformista que moviliza desde las mayorías ciudadanas queda golpeada. La derrota no fue solo numérica, fue política y narrativa.
Ganó el Congreso. Al cerrarle la puerta a la consulta, reafirmó su poder como filtro institucional de las reformas. En un país presidencialista, que el Legislativo frene una iniciativa de este tipo es un mensaje claro de autonomía.
Ganan parcialmente los sectores sindicales. La reforma laboral vuelve a escena y recupera terreno. Pero su aprobación está cuesta arriba: no hay mayoría garantizada, el tiempo es corto y los gremios económicos presionan fuerte.
Pierde la gobernabilidad. El ambiente enrarecido, la confrontación directa entre ramas del poder y la tensión en las calles anuncian un segundo semestre políticamente más turbulento.
Pierde también la oposición si no ofrece propuestas. Si su papel se limita a bloquear sin construir, corre el riesgo de verse como un obstáculo al cambio, justo en un país que exige transformaciones.
¿Y ahora qué?
Petro se queda sin consulta, pero no sin discurso. Volverá a los escenarios donde mejor se mueve: las plazas, las redes, la calle. Su Gobierno apuesta a que la reforma laboral pueda avanzar en el Congreso como un salvavidas político. Pero el reloj corre, el respaldo se reduce, y el Congreso ha demostrado que puede torcerle el rumbo al Gobierno sin necesidad de estridencias.
La pregunta ahora no es si Petro tiene fuerza para insistir, sino si tiene el margen para gobernar. Y ese margen, desde hoy, se volvió más estrecho.