El ministro de Defensa, Ruwan Wijewardene, aseguró por su parte en una breve rueda de prensa que tomarán “medidas contra cualquier grupo extremista que esté operando” en Sri Lanka, aunque tampoco aclaró quiénes podrían estar detrás de los atentados.

Tras las ocho explosiones, el gobierno ha decretado el estado de emergencia y la policía ha impuesto el toque de queda con efecto inmediato ante el temor a nuevos ataques.

Además WhatsApp, Viber y Facebook han sido bloqueados temporalmente, mientras las redes móviles e internet están saturadas y apenas funcionan, a lo que se suma la suspensión de los servicios de autobús en Colombo.

Los ataques contra minorías religiosas en la isla se han venido repitiendo en el pasado, los últimos de relevancia en 2018, cuando el gobierno tuvo que declarar el estado de emergencia después de se produjeran enfrentamientos entre musulmanes y cingaleses budistas con dos muertos y decenas de detenidos.

En Sri Lanka la población cristiana representa el 7,4 %, mientras que los budistas son el 70,2%, los hinduistas son el 12,6 % y los musulmanes el 9,7%, según datos del censo de 2011.

Sin embargo, atentados de esta magnitud no habían tenido lugar en Sri Lanka desde la guerra civil entre la guerrilla tamil y el gobierno, un conflicto que duró 26 años y finalizó en 2009, y que dejó según datos de la ONU más de 40.000 civiles muertos.