23 de noviembre de 2024 - 6:40 PM
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Se cumplen dos años del fallecimiento de Diego Armando Maradona

El 25 de noviembre de 2020 los argentinos y el mundo del fútbol recibieron una noticia para la que no estaban preparados: “El Pelusa”, “El Barrilete Cósmico”“El Pibe de Oro”“D10s”, murió a causa de una insuficiencia cardiaca y problemas pulmonares en su casa del barrio Dique Luján, en Buenos Aires.

“Dios ha muerto”, es una frase famosa del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, que escribió en su libro “La Gaya Ciencia” (El Alegre Saber, por su traducción al español), y el día en que Diego Maradona falleció, para los futboleros argentinos, que le rendían una veneración casi religiosa, pareció que tal acontecimiento sucedió.

Se apagó el faro, la luz que iluminaba el recuerdo más bello de sus memorias, programadas desde que eran pequeños para amar el fútbol e idolatrar la figura del Diego; se esfumó dejando una sensación de abandono, de vacío, de terrenalidad en el hombre que para ellos era un “Dios”.

En eso lo convirtieron desde que le anotó un gol con la mano a los ingleses y después “los humilló por las buenas”, como dijo el escritor argentino Eduardo Sacheri en su cuento “Me van a tener que disculpar”, al referirse al tanto conocido como “El Gol del Siglo XX”, con el que Argentina se impuso 2-0 ante Inglaterra en el Mundial México 1986, cuando consiguieron su segundo título y “vengaron”, por lo menos desde el fútbol, el ultrajo que sufrieron por las Islas Malvinas.

El hombre polémico, la figura, el tipo que como al Ave Fénix revivía de las cenizas cada vez que sus problemas fuera de la cancha (adicción a las drogas, las mujeres, el alcohol, declaraciones en contra de la Fifa, su postura política), lo ahogaban y parecían acabar con el mito, se crecía y parecía inmortal. Pero esa condición se acabó ese día de noviembre.

“Un día ocurrió, lo inevitable sucedió. Un cachetazo emocional nacional, un golpe que retumba en todas las latitudes, un impacto mundial, una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia que varias veces se escribió, pero que había sido gambeteada por el destino, ahora es parte de la triste realidad”, fueron las palabras con las que el diario argentino El Clarín (el primero en enterarse), anunció la muerte de Diego Maradona, el dios profano, el genio del fútbol mundial.

Diego Armando Maradona era un hombre contradictorio. Estaba lleno de virtudes dentro de la cancha. Tenía la capacidad de cambiar de ritmo de manera constante, pero impredecible; mostraba y escondía el balón a su antojo; tenía magia en sus piernas y era gigante, a pesar de solo medir 1,65 metros.

Pero fuera de la cancha era otro. Se transformaba. La rebeldía que lo hacía imparable cuando tenía el balón en sus pies, lo convertía en un hombre de excesos: adicto a las salidas nocturnas, a un polvo blanco que lo ponía contento, pero que luego le manchó la vida y lo deterioró poco a poco.

Como afirmó el escritor mexicano Juan Villoro en el artículo “El Suicidio de Dios”, Maradona tenía un doctorado en prácticas autodestructivas. Era, como han dicho muchos argentinos y expertos en fútbol, el más humano y poco sagrado de los dioses.

Eso, tal vez, fue lo que hizo que la gente lo quisiera, y que pasara, de manera definitiva a vivir en la mente de los futboleros, no solo de su país, sino del mundo. Maradona, al final, terminó siendo eterno, como si fuera un “Dios”. Profano, sí, pero al fin y al cabo inmortal.

Dos años sin “El Pelusa”

La última vez que Maradona fue visto con vida en público dejó una imagen conmovedora. Se veía pesado, caminaba con dificultad, no podía articular más de dos palabras con sentido.

Poco después fue operado de la cabeza, para quitarle un hematoma. Eso fue noticia, y cuando se estaba recuperando de la intervención, falleció.

Y aunque su partida hace dos años causó un profundo dolor en la afición argentina que lo veló, lloró y enterró, dejó al fútbol mundial sin la presencia física de uno de sus grandes referentes.

Diego no murió, la afición aún lo recuerda, más en esta época de Mundial, en la que el gol que le marcó a los ingleses el 22 de junio de 1986 se vuelve a pasar en todos los programas de televisión. “El Pelusa”, “El Barrilete Cósmico”, “El Pibe de Oro” será eterno.

Fuente: El Colombiano

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