
Luisa Fernanda Pérez,
A los 14 años, frente a un espejo que no le devolvía la imagen que quería ver, Luisa Fernanda Pérez tomó una decisión que cambió su vida: dejar la capoeira y comenzar a levantar pesas.
No buscaba fama, ni trofeos, ni músculo. Solo quería dejar atrás esa delgadez extrema que la acomplejaba. Empezó tímida, preguntando a escondidas cómo se usaban las máquinas del gimnasio, aguantando miradas y comentarios. Pero no se detuvo. Lo que al principio fue un acto de rebeldía personal se convirtió, con los años, en una forma de vida.
Hoy, esa adolescente que alguna vez se sintió frágil es una de las fisicoculturistas más destacadas de Colombia, con 24 podios, siete campeonatos absolutos, dos títulos nacionales y un subcampeonato en el Mr. Olympia Amateur de Orlando, el escenario más prestigioso del fisicoculturismo mundial.
Pero el camino no ha sido fácil. Ni rápido. Ni limpio. Porque en el culturismo —como en la vida— las transformaciones verdaderas no ocurren de un día para otro.
El cuerpo como trinchera
Luisa entrena cinco horas al día. Ha dedicado más de 4.500 horas a moldear su cuerpo como si fuera una escultura. Con 1,63 metros de estatura y 61 kilos en fase de competición, ha alcanzado un porcentaje de efectividad que solo se ve en atletas de élite: 25 clasificaciones dentro del Top 6 en 27 competencias.
Y lo ha hecho sin grandes patrocinios, sin prensa aduladora, sin atajos.
“A veces uno cree que el enemigo está en el escenario. Pero no. Está en uno mismo. En ese espejo que te recuerda todo lo que aún falta”, dice.
Porque el fisicoculturismo es, más que un deporte, una batalla diaria con el cuerpo y con la mente. Por eso ella cuida ambos con la misma disciplina: medita a diario, hace fisioterapia preventiva y lleva una alimentación rigurosa, pensada al gramo.
No entrena como una aficionada. Vive como una profesional, aunque aún no tenga oficialmente la tarjeta IFBB Pro.

Del Llano a la gloria
Su primer podio llegó en 2014, en Villavicencio, su casa deportiva. Fue campeona junior de Body Fitness en el torneo Centauro de Oro. Ese mismo año subió al podio en un campeonato nacional y se metió en el radar del fisicoculturismo colombiano.
Pero todo cambió en 2016, cuando la IFBB creó la categoría Wellness Fitness, pensada para mujeres con un tren inferior más marcado y estético. Luisa supo que ahí estaba su lugar. Reajustó su entrenamiento. Se reinventó. En 2017 ya estaba cosechando podios en circuitos nacionales.
En 2019 lo confirmó: ganó el título departamental en Antioquia, fue campeona nacional en Pereira y representó a Colombia en el Campeonato Suramericano Senior en Quito, alcanzando el Top 6 continental.
En 2021, viajó a Orlando para competir en el Mr. Olympia Amateur, donde ganó medalla de plata, posicionándose entre las mejores del mundo. En 2022 fue tercera en el NPC Universe, y en 2023 logró una “second call” en el Mr. Olympia Pro, una categoría de altísimo nivel competitivo.
La fuerza que inspira
Ahora, su mirada está puesta en dos torneos clave: el NPC Florida Grand Prix y el NPC Universe. Si alcanza el podio en cualquiera, recibirá su tarjeta IFBB Pro, el pase a la liga profesional. Allí la esperan el Arnold Classic y los grandes escenarios del mundo.
Pero si uno le pregunta qué es lo que más le importa, no menciona títulos ni trofeos. Habla de niñas. De ejemplo. De autoestima.
“Yo quiero que las niñas del Llano entiendan que el fisicoculturismo también es una forma de crecer por dentro. Que levantar pesas también puede levantar su autoestima, sus proyectos, su voz”, dice.
Y lo dice con la seguridad de quien ha vivido la transformación en carne propia. Porque nadie le contó lo que era tener miedo al espejo. Ella lo venció sola.
Un espejo, un cuerpo, una historia
Luisa Fernanda Pérez ya no le teme al espejo. Al contrario: se reconoce en él. Se ve fuerte, entera, con cicatrices invisibles que pesan. Y aunque sueña con llegar al Arnold Classic, sabe que ya ganó algo más grande: su lugar en la historia del deporte femenino llanero.
Porque más que una campeona, es un testimonio. De cómo se puede cambiar la historia personal con disciplina. De cómo se puede pasar del miedo a la tarima. Y de cómo un cuerpo entrenado con amor puede inspirar a otras mujeres del Llano y de Colombia.