El conductor contó que desde hace 40 años trabaja transportando cadáveres en Bogotá y que nunca había visto una situación “tan tremenda” como la que se presenta ahora debido al COVID-19.
Añadió que si bien su rutina cambió muy poco, la forma en que desempeña su labor sí se modificó:
“Ahora, visto tres trajes blancos enterizos y antifluidos encima de la ropa e igual número de tapabocas y guantes”.
El hombre señaló que la primera capa de protección se la quita en los hospitales donde recoge los cadáveres: justo cuando le entregan un cuerpo (ya embalsamado, desinfectado y cubierto en plástico), él lo pone en una bolsa negra y en seguida, en el cofre. Es en ese momento que se retira su equipo.
El chofer agregó que “las víctimas del coronavirus se saltan el proceso de laboratorio, velación e iglesia, y pasan directamente al cementerio”, donde, después de bajar el cuerpo, se quita su segunda capa de protección.
“El último uniforme es para pasar por una máquina instalada en el cementerio que sirve para desinfectar; también abren el coche fúnebre para esterilizarlo”, comentó el sujeto.
A pesar de que está protegido y capacitado para atender casos de coronavirus, el conductor confesó que no halla “la hora de que todo vuelva a la normalidad”, pues para él es difícil ver que las víctimas se van de este mundo sin que sus seres queridos les den el último adiós.
“Es la experiencia más difícil durante mis años en la profesión”, concluyó el chofer.
Pulzo.
