
Una crónica de Wilson Durán Durán – Las Chivas del Llano
Buenas y santas se las dé mi Dios, sumercé…
Hay viajes que no solo recorren caminos… sino que recorren el alma. Así es el Tren de la Vida y la Esperanza, que durante esta Semana Santa surcó los paisajes de Sogamoso, Corrales, Paz de Río, Belencito y Nobsa, en una travesía por la fe, el trabajo, la cultura y la historia de Boyacá.
Todo comenzó en la estación del Divino Niño, en Sogamoso, donde un trío coral de la Casa de la Cultura entonó canciones al amor, a la mujer y a la vida. Era como si Boyacá entera abriera el corazón. Un canto de esperanza para anunciar que el tren estaba por partir… pero no solo sobre rieles, sino sobre emociones.
Desde allí, un grupo de periodistas, turistas e invitados especiales abordamos una chiva, esa joya multicolor que sigue siendo símbolo de nuestras raíces campesinas. En medio de la brisa fresca, la ruta hacia Belencito nos iba revelando que Boyacá no es solo destino turístico… es caricia al alma.
En el barrio Nazareth nos esperaba otra sorpresa: la Tienda de los Artesanos, una apuesta de Acerías Paz del Río para visibilizar el talento de manos laboriosas que convierten lana, barro y madera en arte puro. Entre ruanas, café, dulces y sonrisas, cada pieza hablaba del campo, de la tradición, del alma boyacense.
“Esto es un homenaje a lo que somos”, dijo con orgullo Fabio Galán, presidente de Acerías Paz del Río. Una mujer artesana nos recibió con dulzura:
—“Entre, sumercé. Aquí no se desperdicia ni un hilito del alma”.
Mientras tanto, la música seguía llenando el aire. Una danza popular puso a bailar los corazones antes de abordar el verdadero protagonista: el tren.
Y entonces sí… el Tren de la Esperanza arrancó su viaje.
Una hora de historia y emoción sobre rieles. De paisajes hermosos, de saludos desde las casas, de relatos sobre cómo este mismo tren que un día transportó acero, hoy transporta sueños.
“Después de la pandemia, pensamos en la gente, en reconectar con lo nuestro… Este tren es eso: alegría y memoria”, agregó Fabio Galán.
Ya de regreso a Nazareth, acompañamos una procesión religiosa entre rezos, cantos y velas. Fue un momento de devoción comunitaria, donde la fe se volvió camino.
El cierre fue glorioso: la Sinfónica de Nobsa interpretando “La Cucharita” dentro de la iglesia. El templo vibró como nunca, y entre aplausos, emociones y nostalgia, el corazón de Boyacá latía fuerte.
Pero aún había más: justo al lado del templo, el Museo Histórico de Acerías Paz del Río nos sorprendió con reliquias, fotografías y maquetas que cuentan la historia de la siderúrgica más grande del país. Una joya escondida que muchos, incluso los propios boyacenses, aún no conocen.
El periodista Juan N. Mora lo dijo con orgullo:
—“Hemos llegado al corazón de la siderúrgica más importante de Colombia. ¡Esto es Boyacá con berraquera!”
Y Richard Pulido, secretario de Turismo de Boyacá, lo reafirmó:
—“Aquí no solo se habla de historia… se vive con fuerza, como el acero que nos sostiene”.
Porque este no fue solo un paseo. Fue una ruta que unió la fe, la cultura, la historia y la esperanza.
Aquí, donde cada riel cuenta una historia…
Y cada mirada nos recuerda que Boyacá no solo se visita…
¡Se siente, se ama y se lleva en el alma!
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