José María Acevedo
“Un bachiller se vuelve doctor en cinco años, pero para ser un empresario exitoso se necesita toda la vida”.
— José María Acevedo Alzate (1919-2025)
MEDELLÍN – Esta frase, tan sencilla como profunda, encapsula la vida de Don José María Acevedo Alzate, el hombre que no necesitó un título universitario para construir una de las industrias más queridas y vitales de Colombia: HACEB. Su reciente fallecimiento a los 106 años no es el fin de una vida, sino el cierre glorioso de un manual de emprendimiento forjado con necesidad, ética y un compromiso inquebrantable con su gente.
La semilla de la curiosidad y la deuda familiar
La épica de Don José María no se gestó en la abundancia, sino en la urgencia. Siendo muy joven, enfrentó el dilema de tener que trabajar para salvar la casa de su madre, doblemente hipotecada. Dejó los estudios y se hizo mensajero en un taller de reparaciones eléctricas.
Fue allí donde su genio despertó. No se limitaba a entregar recados; su curiosidad lo llevaba a observar al ingeniero, a desarmar los aparatos dañados. Vio lo que nadie más: la falla. Esta lección lo marcó:
«Fui obrero, y pasar la tarde sin almorzar es duro.»
Esa memoria del hambre y de la precariedad lo convirtió en un humanista. Entendió que su empresa no debía buscar la perfección estética, sino la funcionalidad honesta. Se hizo famoso por una reputación que hoy sería impagable: lo que él arreglaba, funcionaba para siempre.
El desafío de la guerra: de reparador a creador (1940)
A sus 21 años, tomó su primer gran riesgo. Con 90 pesos en la mano y la promesa de pagar el resto, adquirió la prima de un pequeño negocio. En 1940, en pleno fragor de la Segunda Guerra Mundial, fundó el Taller Eléctrico Medellín.
La escasez, que para el país era un problema, para él fue el catalizador de la innovación. Al no poder importar parrillas eléctricas, decidió fabricarlas, pero mejor. Corrigió los errores de los modelos extranjeros y creó un producto robusto, confiable, hecho en Colombia. De ese taller humilde nacería HACEB, acrónimo construido con los apellidos de la familia.
El ajedrez del liderazgo: un siglo con los pies en la planta
El compromiso de Don José María no tuvo fecha de caducidad. Incluso superados los cien años, mantenía una rutina admirable: informarse a primera hora y visitar su inmensa planta en Copacabana.
Quienes trabajaron con él lo recuerdan recorriendo las instalaciones en su humilde Renault 4 blanco. No lo hacía para supervisar con látigo, sino para sentir el pulso de la empresa. Su juego favorito era el ajedrez, y su estrategia empresarial era idéntica: «¿Cuál es la mejor jugada que puedo hacer en este tablero?» Pero su mejor jugada siempre fue con su gente.
«La mejor utilidad que puedo obtener de la empresa es la felicidad y la amistad de todos ustedes.»
Su legado empresarial se mide en billones y presencia en más de 27 países. Su legado humano se mide en las miles de familias colombianas que encontraron estabilidad y dignidad bajo su dirección. Él transformó un aparato de lujo, como la nevera, en un instrumento de bienestar para el hogar de clase media.
La partida de Don José María Acevedo Alzate, a los 106 años, es el cierre de un ciclo magistral. Deja una industria firme, pero, más importante aún, una filosofía: la verdadera riqueza de una empresa está en su gente, y la mejor inversión es la ética. Su vida es la prueba irrefutable de que el empresario más grande es aquel que nunca olvida de dónde viene.






