
Tunja — La ruana ya no espera: el Festival Internacional de la Cultura Campesina (FICC) 2025 decidió caminar. Lo que antes era un encuentro centralizado en una sola plaza se convirtió, este año, en una caravana de encuentro y oficio que recorrerá 36 municipios para que la cultura llegue —como debe ser— al fogón, la tienda y la vereda.
Bajo el lema “Artes y los Oficios”, la Gobernación de Boyacá imaginó un festival que escucha el pulso del campo: los saberes ancestrales, la gastronomía de olla de barro, las manos de los artesanos y las coplas que no caben en los micrófonos. La apuesta es clara: sacar el festival de su burbuja y volverlo fiesta de pueblo, con ensambles artísticos que mezclan lo nuestro con invitados de talla nacional.
La innovación no es solo retórica: los ensambles integrados son la gran novedad. En una misma tarima se cruzan cuenteros locales con artistas internacionales, bailes folclóricos con circo contemporáneo, y cine con oficios tradicionales. Es un diálogo entre lo que fuimos y lo que podemos ser, contado a voz abierta en las plazas donde la vida ocurre.
La gira arrancó a comienzos de octubre, con las primeras paradas en Tutazá y Turmequé, y seguirá por municipios como San Mateo, Tipacoque, Socha, Mongua, Tota, Pauna y muchos más. Cada pueblo tendrá su momento —su orgullo, su historia— para mostrarse. Porque la cultura campesina no cabe en vitrinas: se vive en la calle, en la tienda, en la olla compartida.
El FICC 2025 no es solo espectáculo; es reconocimiento. Es darle micrófono a quien siempre cantó y a quien siempre tejió, y hacerlo con la dignidad que merecen los oficios del campo. Al cruzar lo local con lo nacional, el festival busca que esos talentos puedan abrir puertas, aprender nuevos lenguajes y volver a sus plazas con más herramientas.
La Gobernación extiende la invitación: las plazas del departamento se convertirán en salas abiertas donde cualquiera podrá entrar. Para los periodistas, para las familias, para los artesanos y para quienes creen que la cultura es paisaje y memoria —esta edición es un llamado a participar y a sentir que Boyacá se celebra a sí misma.
Si quiere ver cuántas historias caben en una ruana, acérquese al FICC cuando pase por su pueblo. Lleve un asiento, o una piedra; lleve oídos y hambre de escuchar. Porque la fiesta —esta que ya anda por los caminos— promete ser larga, cálida y con sabor a tierra.
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