El 5 de octubre, en la zona rural del municipio El Calvario, el sonido de las alas de un águila real, símbolo de libertad y poder, se detuvo. Una habitante del lugar, en medio de sus labores de campo, encontró a la majestuosa ave, herida y vulnerable, incapaz de volar. Sin dudarlo, informó a su comunidad a través de un grupo de WhatsApp. Al ver la imponente ave, los vecinos se unieron rápidamente y contactaron a Cormacarena para su pronta atención.
Un vehículo de rescate de fauna silvestre emprendió el camino desde Villavicencio, con una misión que iba más allá de un simple rescate. Al llegar al Calvario, la comunidad y la Policía Nacional entregaron al equipo de veterinarios el águila real, que permanecía indefensa en una caja de cartón. El momento se llenó de un silencio absoluto, roto solo por el débil batir de sus alas, recordando la urgencia del momento y la fragilidad de la vida.
A pesar de la naturaleza implacable, la neblina y la distancia, el equipo de rescate descendió durante cuatro horas hacia la capital del Meta. Su destino: la Clínica Veterinaria Solo Patas, donde se llevaría a cabo la salvación de la ave. Al llegar, el águila fue sometida a una evaluación inmediata en el área de radiología, donde se diagnosticó una fractura de radio y cúbito en su ala derecha, probablemente provocada por un perdigón.
La junta médica, que se prolongó por tres horas, culminó en un reto quirúrgico titánico. Bajo la fría luz del quirófano, los médicos, con precisión y cuidado, implantaron un clavo intramedular en el ala para reparar el hueso quebrado y mantenerlo estable.
Desde entonces, cada día de cuidado y tratamiento ha sido un esfuerzo colectivo para devolver al águila lo que le pertenece por derecho: el cielo. Esta ave, vital para los ecosistemas, se encuentra en peligro de extinción debido a la caza y la destrucción de su hábitat. La conservación de esta especie es crucial, ya que regula poblaciones de animales y es un indicador del estado de nuestro ambiente.
Esta historia, que apenas comienza, nos recuerda que en un mundo amenazado por la acción humana, aún podemos marcar la diferencia. La unión entre comunidades, instituciones y organizaciones es clave para la protección de nuestra fauna. El vuelo de esta águila real no se detendrá aquí; su historia es un símbolo de resiliencia y esperanza para todos.