26 de diciembre de 2024 - 2:01 PM
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Darío Gómez, no fue gratis ser el Rey del Despecho

Darío de Jesús Gómez Zapata se hizo cantante por imitación.  En 1976, cuando todavía estaba casado, grabó su primer disco

Todas las mañanas de su infancia escuchó a su madre cantar de madrugada mientras ponía a hervir la aguapanela en la finca donde creció, en San Jerónimo, Antioquia. Con voz dulce, la madre entonaba la melodía triste de “Las Acacias”: Ya no vive nadie en ella / Y a la orilla silenciosa del camino está la casa. En esa nostalgia está el germen de la obra que lo hizo el cantante más conocido de los bares de este país del desamor. Como en “Las Acacias”, las puertas de Darío “se cerraron para siempre (…) Todo ha muerto”.

Ningún cantante había repetido tanto las instrucciones para que se le despidiera. Cantó en “Nadie es eterno en el mundo”: Cuando ustedes me estén despidiendo / Con el último adiós de este mundo / No me lloren que nadie es eterno / Nadie vuelve del sueño profundo / Sufrirás, llorarás mientras te acostumbres a perder / Después te resignarás cuando ya no me vuelvas a ver”.

Darío Gómez nació el 6 de febrero de 1951 en San Jerónimo, y su infancia estuvo marcada por el trabajo del campo; cuando entró a la escuela a los siete años, ya llevaba por lo menos dos ayudándole a su padre a cultivar la tierra. Quizá por ese motivo no logró adaptarse a los cuadernos y a las obligaciones académicas; solo estudió hasta quinto de primaria.

Además, la vocación creció en él desde muy niño. A los trece años empezó a cantar en algunos grupos de cuerdas de San Jerónimo, donde se hizo conocido por su gracia, le calzaba perfecto el tono jocoso de las canciones parranderas de las montañas antioqueñas, esas de chiste fácil y picardía. A los 16 años empezó a llevar casetes a las disqueras de Medellín, a veces incluso se les plantaba en las oficinas para cantarles en vivo.

En esa época, cuando tenía 16 años, la familia de Darío pasó por una crisis que lo marcó. Su padre —según la versión en vida del cantante— se volvió agresivo y amenazó varias veces con matar a toda la familia, a su esposa y sus cinco hijos.

Le dijo al programa Se dice de mí, de Caracol Televisión: “Ese maltrato a mi madre duró como un año y medio. Nos quedábamos anonadados porque mi papá era el mejor esposo del mundo… un día faltan como diez para las ocho de la noche y ya nosotros estábamos acostándonos y mi papá llegó a ponerle problema a mi mamá, le dijo que la iba a matar, le dio unos cinco planazos, luego le dio un puño que la tiró al suelo. Mientras tanto él se fue y cogió la escopeta y la montó para tirar a matarla; yo me le tiré y le agarré la escopeta y salí corriendo con ella a botarla a la huerta y yo no sabía que estaba montada. Llevaba la cacha por delante y el tubo para atrás, apreté la uña que llaman, se fue el tiró y maté a mi papá. Él se desangró de inmediato”.

Los hermanos del padre lo amenazaron y pensó en suicidarse. Sin embargo, su madre le dio aliento y le dijo que abandonara San Jerónimo, que empezara una nueva vida en Medellín. Tenía 17 años y buscó posada en la casa de sus abuelos; empezó a trabajar en una empresa de papel.

Mientras tanto en el tiempo libre componía canciones. Conoció a Martha Nubia, su primer amor, con quien se casó a los 18 años. En la boda hubo un asesinato. El matrimonio duró unos cuantos años y dejó tres hijos, Darío siempre pensó que la muerte se les había pegado como un perro fiel desde la ceremonia nupcial que se realizó en Sopetrán.

En 1976, cuando todavía estaba casado, grabó su primer disco. “Pero Martha Nubia siempre me detestó en la música. Cuando empecé a grabar le dije yo: ‘Negra grabé por primera vez’, y lo puse y me dijo ella: ‘Oigan a este si se siente que es artista, eso no es para cualquiera’”, dijo en una entrevista, y agregó: “Yo tengo que estar muy agradecido de mi primera esposa, si no hubiera sido por ella no me hubiera dedicado a cantarle al despecho. Yo no podía desaprovechar esas vivencias y ahí dije: ‘Voy a denominar este despecho’”.

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El primer Larga Duración que grabó profesionalmente fue de música parrandera, con letras de doble sentido. Por esos años se había conocido con uno de los compositores más prolíficos de Antioquia: Gildardo Montoya. El disco tuvo el sello de Codiscos, empresa con la que firmó un contrató para ser productor de la música parrandera y de la música guasca. Por entonces, los dos géneros eran despreciados por las emisoras, pues Medellín vivía años de oro con la música tropical que comandaba Fruko y su gente desde Discos Fuentes. Sin embargo, Darío Gómez marcó la profesionalización de un género que muchos consideraban montañero y de mal gusto.

La primera canción que tuvo fama entre su repertorio fue “Ángel perdido”, que le dedicó a su hermana Rosángela, quien murió el 31 de octubre de 1978. La tragedia volvió a aparecer en la vida de Darío Gómez y lo hundió por unos cuantos meses en una tristeza honda. “Ella era una segunda madre para mí”.

Darío empezó a trabajar en la divulgación de su obra en 1979. Viajaba de pueblo en pueblo por Antioquia, visitaba bares y les pedía a los cantineros que le pusieran un disco que traía en la mochila mientras se tomaba un aguardiente o una cerveza, era “Ángel perdido”. Después se hacía el olvidado y dejaba el Larga Duración entre botellas para que no lo dejaran de rodar.

Su segunda esposa fue Olga Lucía Ardila, a quien enamoró con la canción “Mi pastorita”. Con Olga Lucía tuvo varios hijos, entre ellos a Luz Dary Gómez, quien murió por una bala perdida el 18 de febrero de 2002. Luz Dary dejó huérfana a Daniela, la nieta a quien Darío le compuso la famosa canción.

“A todos mis fans, que me preguntan por mi nieta Daniela… Esta es mi querida niña, a quien amo con toda mi alma. Aquí les dejo esta canción que nace de una triste historia de vida, pero que la hace ahora una gran mujer y una persona fuerte”, escribió Darío Gómez el pasado 15 de septiembre de 2021.

Desde 1976, Darío Gómez publicó 25 discos, unos de los cantantes de música popular más prolíficos del país. En su carrera cantó canciones de Joaquín Sabina y hasta hizo una versión de “I will survive”, de Gloria Gaynor, que entre su repertorio es la que más reproducciones tiene en Spotify —más de 7 millones—. No hay un nombre más conocido entre los cantantes antioqueños: lo reconocen viejos y jóvenes. No hay un cantante que mejor combine con un par de aguardientes.

Fuente: El Colombiano

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