
La tarde cayó sobre Mongua, pero el frío característico de los Andes no logró apagar el calor de un encuentro que se sentía inédito. El parque principal, habitualmente un remanso de paz, se convirtió en una tarima vibrante. La razón: el Festival Internacional de la Cultura (FICC) había llegado, no al capitolio, sino directamente al pueblo, a través de su estrategia Territorio FICC.
Este no fue un simple evento; fue una declaración de principios. La iniciativa, que recorre los municipios de Boyacá, tiene un objetivo claro: proteger los saberes ancestrales y la identidad local. Es la convicción de que las artes y los oficios solo sobreviven si habitan las manos y los ojos de las nuevas generaciones.
El ritmo de las raíces
En el centro de la escena, el talento monguano tomó el micrófono. Primero, el Grupo de Danzas Al Son del Sol llenó la plaza con pasos firmes, evocando la vida del campo y la alegría de la cosecha. Después, las notas nostálgicas y potentes del Grupo de Cuerdas San Jerónimo se fusionaron con la danza, ofreciendo un espectáculo de alto nivel que resonó en el alma de los presentes.
Abuelos, niños y jóvenes se apretujaron en la plaza, no como simples espectadores, sino como parte activa de una comunión. Cada acorde, cada giro, reafirmó la tesis central de la jornada: la cultura es el hilo invisible que mantiene unida a la comunidad, la manifestación más pura de la hermandad.
La descentralización del orgullo
María Isabel Corredor, gestora social de Mongua, lo expresó con una alegría contagiosa. Para ella, este encuentro fue una «vivencia muy valiosa» y un hito histórico.
“Las personas están muy contentas de ver que este festival está con los municipios; eso nunca se había visto. Son vivencias muy valiosas porque nos permiten apreciar nuestra cultura desde otros ángulos. Quiero invitar a los próximos municipios a que se preparen, porque lo que viene es muy bonito: obras de teatro, danzas, todo este componente cultural que nos llena de orgullo. Agradecemos al señor Gobernador y a la Gestora Social de Boyacá por esta descentralización”, comentó.
La crónica de la tarde en Mongua es clara: la magia del arte no necesita grandes teatros para existir. Necesita una plaza llena, el orgullo de un pueblo y la voluntad institucional de llevar la cultura a su verdadera casa. El FICC sigue su camino, dejando a su paso el firme convencimiento de que en Boyacá, el campo es el origen de todo, y la tradición, su más grande tesoro.
El FICC no se detiene: Esté atento a los próximos municipios que recibirán la magia del arte y las tradiciones que identifican al pueblo boyacense.