
Foto ocelote - Corporinoquia
En la madrugada silenciosa de inicio de esta Semana Santa, en el corregimiento La Chaparrera (Yopal), un susurro de vida se apagó en el asfalto. Un ocelote, ese felino esquivo y elegante de manchas doradas que se funden con la selva, intentó cruzar la vía entre Yopal y Paz de Ariporo. No hubo tiempo, ni para él ni para quien iba tras el volante. El impacto fue brutal. El silencio volvió, pero ahora con un vacío irreparable.
El Leopardus pardalis, conocido comúnmente como ocelote, no solo es un habitante de nuestros montes y sabanas. Es un vigilante natural de los ecosistemas, un controlador de plagas, un símbolo de equilibrio ambiental. Su presencia indica que un ecosistema está sano, que todavía late la vida silvestre bajo el manto de la selva llanera.
El aviso de la comunidad fue rápido, esperanzador. Quizá aún habría algo por hacer. El equipo de fauna de Corporinoquia, liderado por su directora Diana Carolina Mariño Mondragón, junto con la Policía Nacional, llegó al lugar. Pero ya era tarde. El ocelote había muerto. Sus ojos, que alguna vez reflejaron la espesura de la selva, se apagaron sin consuelo.
No es la primera vez. Y si no actuamos, no será la última.
Cada año, decenas de animales silvestres mueren atropellados en nuestras carreteras. Porque seguimos sin entender que las vías no son solo nuestras. Que cada curva puede ser hogar, cruce o territorio de especies que estuvieron aquí mucho antes que nosotros.
El llamado de Corporinoquia no es solo institucional. Es humano, es de vida. La directora Mariño reitera la necesidad urgente de respetar la fauna silvestre, de reportar avistamientos a las líneas de atención y de aprender a convivir con la naturaleza, no contra ella.
¿Qué hacer si vemos un animal silvestre cerca a la carretera?
📞 Llamar de inmediato a Corporinoquia o a la Policía Ambiental.
🚫 No intentar capturarlo ni espantarlo.
🚗 Reducir la velocidad en zonas rurales o señalizadas con paso de fauna.
🧠 Educarse y educar: los animales silvestres no son enemigos ni mascotas.
El ocelote murió. Pero su historia no debe quedar en el olvido ni en una estadística más. Que su último cruce nos haga reflexionar. Que nos enseñe que cada ser vivo merece un espacio, un respeto, una oportunidad.
Porque cuidar la vida silvestre también es cuidar la nuestra.
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