El Cuerpo de Bomberos de El Rosal, Cundinamarca, convirtió a la mitad de su personal en panaderos para llevar comida a parte de la población que tiene las condiciones más difíciles de vida durante la cuarentena.
Todo comenzó solo con un costal de harina y la vocación de servicio de este grupo de atención de emergencias, que vio cómo el aislamiento podría provocar hambre entre la población menos favorecida de este municipio.
Rubén Darío Masmela, el comandante de Bomberos del lugar, cuenta cómo se fue gestando la idea: «Iniciamos con media arroba de harina de donaciones y logramos producir cerca de unos 400 panes; entonces, esto nos motivó a continuar y hoy estamos cerca de 10 días haciendo esta actividad».
Explica que el grupo de voluntarios se dividió en dos para asegurar la disponibilidad de personal en caso de alguna emergencia.
“Mientras a algunos muchachos les toca trabajar haciendo las emergencias, nosotros estamos ayudando en la preparación del pan”, puntualiza.
La idea funcionó desde el principio, pero no solo eso: ha tomado fuerza y las donaciones crecen día a día. Hoy pueden llevarles el pan a 50 familias de las más afectadas por el aislamiento obligatorio.
En efecto, no solo se convirtieron en panaderos sino en domiciliarios. Aprovechando las posibilidades que tienen para movilizarse, llevan el alimento a la puerta de los hogares pobres con todas las precauciones de salud pública requeridas.
«Producimos cerca de 800 a 1.000 panes diarios, de donación: todos los insumos son de donación y los empacamos en unas bolsas transparentes de a 10 o 12 panes, y una vez están ya elaborados salimos a entregarlos.
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Hoy la prioridad para lo Bomberos de El Rosal es la de siempre, ser útiles y ayudar en los momentos difíciles para la comunidad. En adelante destinarán sus esfuerzos a llevar comida a aquellas familias que cuelgan un trapo rojo a las afueras de sus casas, avisando de su difícil situación.
