Ocurrió en Santana un municipio conocido por los trapiches y producción panelera
«Yo vi una bola de fuego que nos encandiló y no dejó ver nada”, relató un campesino que vio el domingo al atardecer cómo los vientos soplaban fuerte y la candela se levantaba sobre los trapiches.
“Es el fin del mundo”, decían en la vereda San Roque, en Santana, un pueblo distante 91 kilómetros de Tunja por la vía que conduce a Bucaramanga.
Cuando las lluvias se calmaron, eran casi las siete de la noche. Ya estaba oscuro. Y los vecinos del sector no se animaron a mirar qué había pasado en los trapiches.
“Pensamos que lo mejor era entrarnos pa’ las casas y madrugar al otro día a mirar los estragos de la lluvia y la bola de fuego”, comentaron en el pueblo.
A la mañana siguiente varios árboles aún se mantenían de pie, y los campesinos se percataron que varios trapiches andaban destejados y que las tejas habían volado hacia los potreros.
Después de semejante susto, comenzaron a reconstruir los techos, y al son de un sorbo de agua de panela caliente, descansaron por que ‘el fin del mundo’ todavía no había llegado, aunque la noche anterior, la bola de fuego, la lluvia y el vendaval, los había hecho persignar y rezar el Santo Rosario, porque el mundo había llegado a su fin.