22 de diciembre de 2024 - 7:44 AM
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Los retratos de tres desarmes históricos en Colombia

Desmovilización de guerrillas liberales, entrega del M-19 y el proceso con Farc han marcado al país.

EL TIEMPO

La historia colombiana está llena de momentos emblemáticos que sembraron la esperanza, pero no la paz. Para la muestra, las imágenes que dan cuenta de las desmovilizaciones de las guerrillas liberales en 1953 o del M-19 en 1990. Hoy, tras la marcha de miles de guerrilleros de las Farc y de la próxima entrega de armas, la ilusión vuelve. Las generaciones que lo vieron todo y las que asisten a este fin del conflicto con las Farc se encuentran para hacer memoria. El país está ante algo que ocurrió por primera vez hace 64 años en Monterrey, Casanare y que en la actualidad comienza a repetirse en muchos lugares de Colombia.

El primer desarme

 En la madrugada del 15 de septiembre de 1953 ocurrió uno de los desarmes más importantes de la lucha de las guerrillas en Colombia. Uno por uno, más de 300 hombres caminaron ordenadamente sobre el pie de monte de la cordillera oriental, entregaron el fusil y firmaron un documento en el que se comprometían a no volver a tomar las armas. A cambio de su desmovilización les dieron un certificado de que no tenían deudas con la justicia y les entregaron un hacha y un machete.
Eran los hombres de Guadalupe Salcedo, nacido en Tame, Arauca y que se desmovilizaron junto con su líder en Monterrey (Casanare) hace 64 años. La violencia partidista los obligó a dejar el azadón y sus años de juventud para cambiarlos por el fusil y por una guerra que no pidieron y que dejó más de 200.000 muertos. Estos grupos de campesinos se crearon a raíz de la violencia partidista generada en el país tras el ascenso a la presidencia del conservador Mariano Ospina Pérez, en 1945.

Foto: Archivo / EL TIEMPO

Pocos de esos ex guerrilleros liberales quedan para contar la historia. Algunos viven su vejez en la misma tierra donde alguna vez combatieron a los ‘chulavitas’, pistoleros al servicio de los conservadores.

Uno de ellos es Benjamín Mateus Quintero, recordado por ser el cantante y trovador de las filas de Guadalupe. Vive en Monterrey y sufre algunos achaques de salud derivados de sus más de 80 años. Sin embargo, no olvida el día en que dejaron las armas y así se lo contó hace un año al periodista casanareño Wilson Durán, en su programa radial ‘La Visita’.

«Dejamos las armas en Monterrey, porque aquí fue donde reventó el primer tiroteo con el Ejército. Y las entregamos para que no mataran a Guadalupe, pero de nada sirvió, porque al final se fue para Bogotá y allá lo pelaron”, relata Benjamín.

Guadalupe Salcedo, hijo de un ganadero venezolano, armó a sus hombres en 1949 y operaron en los Llanos hasta 1953. Fue asesinado cuatro años después, durante el gobierno de la Junta Militar (1957-1958) que sucedió al régimen presidido por Rojas Pinilla (1953 a 1957).

Recuerda que ese 15 de septiembre del 53 se encontraron con al menos 250 soldados que los saludaron “como amigos”. Hubo abrazos, risas y entrega de cigarrillos y medicamentos. “Los soldados no nos hicieron nada, sino que nos dijeron que era la paz. Entonces nos fuimos todos juntos, como 500 hombres, y empezamos a disparar toda la munición que teníamos para acabarla”, rememora Benjamín.

La desmovilización del M-19

La imagen ya hace parte de la iconografía de la paz en Colombia. En ella se ve a Carlos Pizarro Leongómez, comandante del M-19, ataviado con un yin viejo, un saco de franjas horizontales grises y blancas y su tradicional sombrero aguadeño, depositando su pistola Beretta 9mm, envuelta en una bandera de Colombia sobre las 280 armas que habían dejado todos los combatientes de esa guerrilla.

Era un caluroso y soleado 9 de marzo de 1990 en la vereda Santo Domingo, en el municipio de Tacueyó en el Cauca. Ese lugar, alejado de todo y que en ese entonces no tenía más que unas 10 casas y una parroquia rústica, se convirtió en el centro de un acontecimiento histórico que hoy recuerda con nostalgia Luis Enrique Olivares, en ese entonces coordinador del trabajo político de esa guerrilla en las universidades del país.

Carlos Pizarro durante la entrega de armas del M-19. Foto: Archivo / EL TIEMPO

“Recuerdo que al depositar el arma, Carlos (Pizarro) dijo: esta es la última arma que entregamos en el M-19, por la paz y la democracia’. En ese momento, sentimos emoción en el corazón. Y pensamos en nuestras familias. Mi mamá, por ejemplo, me dijo luego que se había alegrado porque ahora sí íbamos a vivir unos años más”, cuenta Luis Enrique, a quien todavía hoy, 27 años después, lo emociona recordar ese día. Y se le nota porque el tono de su voz se torna apurado y alegre.

Había miedo por lo de la UP y porque nos tocó duro. A mí me tocó huir de mi casa y salir de la ciudad. Pero nos la jugamos y dimos el salto al vacío”, añade. Y esos miedos se materializaron menos de dos meses después, el 26 de abril de 1990 cuando Pizarro es asesinado.

“Ese día, muchos de los excombatientes acampamos en la Universidad Nacional en un acto que llamamos ‘el campamento blanco’. Nos concentramos a esperar la órden de la comandancia central: o seguir o volver a la clandestinidad”, recuerda este hombre de 53 años y que entró a la guerrilla a los 19 años.

“Al final, por fortuna, decidimos mantenernos en la legalidad y acá estamos. Hoy, 27 años después, no hemos dejado de dar briega, para ver si cambiamos las condiciones de este país.” O como en la célebre frase de Pizarro, “que la vida no sea asesinada en primavera”.

La última marcha de las Farc

Haciendo tramos a pie, en lanchas y camionetas, el último fin de semana de enero las Farc comenzaron a hacer su última marcha como grupo armado tras 52 años en guerra.

Por montañas, ríos y caminos de 33 rutas definidas previamente con el Gobierno, al menos 5.500 guerrilleros avanzaron a los 26 puntos del país donde hicieron su desarme.

Marcha de las Farc a las zonas de concentración. Foto: Archivo / EL TIEMPO

Iván Márquez, miembro del Secretariado de las Farc aseguró recientemente en entrevista con Yamid Amat para EL TIEMPO, que entregarán hasta la última arma. Que “no habrá engaños” y que así lo certificará la ONU

“¿Y para qué vamos a guardar armas si lo que vamos a hacer es política? La política no se hace con armas; incluso, la dejación de las armas tiene un propósito: apartarlas del ejercicio de la política. No más armas del Estado ni las nuestras metidas en política. Ambas han causado mucho daño”, dijo.

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Pero también dejó claro que el camino no será fácil. Que antes debe haber “garantías jurídicas, de seguridad y socioeconómicas” para la guerrilla: “No se puede dar la idea de que el Gobierno solamente está interesado en las armas y no está interesado en cumplir los compromisos. ¿Qué pensamos? Que para dar en firme el primer paso que es la dejación del 30 por ciento de las armas, tendrán que darse unas garantías. No estoy condicionando, pero el sentido común lo impone, y el Gobierno lo entiende: debe haber garantías jurídicas, de seguridad y socioeconómicas para la guerrilla”, enfatizó.

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Redacción Chivas

Periodista, Director de www.laschivasdelllano.com y www.laschivasdecolombia.com