En Puerto Rico, Meta, donde antes retumbaban los ecos de la guerra, hoy se escucha otro sonido: el del trabajo en comunidad, el del machete abriendo surco para sembrar futuro. En el predio El Remanso, 57 hombres y mujeres que un día empuñaron las armas ahora empuñan azadones, firmando un pacto distinto: un acuerdo para cuidar la tierra que los recibió.
Este es el segundo Acuerdo de Conservación con firmantes de paz en Colombia, un paso firme hacia un país que empieza a reconciliarse no solo entre sus gentes, sino también con la naturaleza.
“Este acuerdo es el segundo que se firma en el país; el primero fue en San Juan de Arama, y con estos pasos vamos construyendo la paz en torno a la conservación del ambiente”, explicó Jhorman Saldaña, director de Cormacarena.
El compromiso, suscrito entre la Asociación de Productores Agropecuarios del Oriente (Aspro-Orimeta), Cormacarena y la Alcaldía de Puerto Rico, es un ejemplo de cómo el perdón puede florecer entre árboles nativos y suelos fértiles.
“Queremos tener una vida en colectivo, con nuestras familias y con la comunidad. Para eso era indispensable construir una relación con el territorio, con los ecosistemas y con el ambiente”, contó Alejandra Allado, integrante de Aspro-Orimeta.
Una nueva forma de habitar la tierra
El predio, de cerca de mil hectáreas, fue adjudicado a la asociación por la Agencia Nacional de Tierras. Pero al hacer el diagnóstico, los firmantes descubrieron algo clave: gran parte del terreno estaba en zona de conservación, y eso los llevó a buscar un camino distinto.
“Nos dimos cuenta de que había que actuar con responsabilidad, y fue entonces cuando nos acercamos a Cormacarena para firmar un acuerdo que nos permitiera producir y cuidar al mismo tiempo”, explicó Viviana Bermúdez, secretaria de la asociación.
De esa conversación nació un proceso participativo: se hizo una caminata de reconocimiento, se elaboró una cartografía social, y se diseñó una Zonificación Ambiental Rural Participativa (ZARP), una herramienta que combina el saber campesino con la planificación ambiental.
El resultado:
26 % del predio se destinará a preservación y restauración ecológica,
46 % a reconversión productiva con sistemas agroforestales y especies nativas,
y el 28 % restante a proyectos de desarrollo sostenible, como huertas comunitarias y pagos por servicios ambientales.
La paz también se cultiva
Durante la firma, el director de Cormacarena recordó que la presencia del Estado debe ser constante y cercana.
“Ustedes fueron víctimas por años de la ausencia estatal. No podemos seguir ausentándonos de quienes hoy tienen la voluntad de construir paz”, dijo Saldaña.
Las palabras resonaron entre los asistentes, quienes aseguraron que la confianza ha sido clave.
“Antes creíamos que Cormacarena no era aliada del campesino, pero hoy sabemos que sí. Hemos encontrado funcionarios que escuchan, que acompañan y que creen en este proceso”, expresó Alejandra Allado.
Con este nuevo acuerdo, ya son más de 500 los Acuerdos de Conservación firmados en el Meta, una cifra que demuestra que la paz no solo se firma: se siembra, se riega y se cultiva con manos campesinas.