
Durante 432 horas, el pequeño Lyan José Hortúa, de 11 años, fue rehén de incertidumbre en Jamundí. Lo tomaron el pasado 3 de mayo, cuando un comando armado de las disidencias de las Farc ingresó a su casa durante la noche; su padrastro, al parecer el objetivo real, se defendió con arma de fuego, y los captores se llevaron al niño y a la empleada del hogar, liberando rápidamente a esta última.
Al confirmarse que fue un error de objetivo, según versiones de la Arquidiócesis de Cali y allegados, los secuestradores ajustaron su postura y anunciaron que entregarían al menor a través de canales humanitarios. La entrega se concretó este 21 de mayo, no por un rescate militar, sino por una mediación liderada por la Defensoría del Pueblo, la ONU, la Iglesia Católica y la Cruz Roja, quienes establecieron un canal seguro de liberación.
Una comisión de la Defensoría del Pueblo recibió a Lyan en la zona rural de Timba. Desde allí fue trasladado a la Fundación Valle del Lili, donde fue sometido a exámenes médicos. Luego del cautiverio, se encuentra en buen estado de salud, aunque con signos de estrés y reportes de haber estado amarrado durante cuatro días, con evaluación médica continua.
Por su parte, Antonia Bonilla, madre del menor, habló con profundo sentimiento tras la liberación de su hijo:
“Muy conmovidos por el testimonio del niño. Muy triste todo lo que le tocó pasar, pero bueno. Aquí les quiero dar las gracias a todos, ya un poquito mejor, de pronto entendiendo por qué no salía, porque habían muchas presiones y queríamos ser prudentes”.
Agregó:
“Quiero también decirles que mi familia es una familia honesta, somos trabajadores, no tenemos deudas ni ningún negocio ilícito, somos personas del común que nos esforzamos todos los días, nos levantamos todos los días con los mismos sueños. Somos el típico colombiano que trabaja y quiere salir adelante”.
Respecto del estado de salud de Lyan, su madre comentó a los medios de comunicación:
“Tiene sus uñitas muy comiditas. Muy nervioso. Sí, muy nervioso, muy ansioso, está muy asustado, muy asustado y es normal. Y yo creo que es de entender, este es el tiempo de sanar, de con amor abrazarnos”.
Finalmente, conmovida, Antonia concluyó:
“Y les quiero decir que a ustedes Dios les pague por toda su labor y su misión, porque fueron voz para nosotros como familia y también la gloria para Dios. Mamá, ese reencuentro tan anhelado, tan esperado. Volvió a nacer mi hijo, volvió a nacer. Volvió a nacer con mi hijo. Algo que siempre hemos dicho es que un niño a los 11…”.
Adicionalmente, la Fundación Valle del Lili informó que el menor fue valorado por un equipo multidisciplinario de pediatría, trabajo social, psicología y psiquiatría infantil, destacando que Lyan se encuentra estable de salud y continuará bajo supervisión especializada.
La madre, Angie Bonilla, calificó la noticia como “un milagro de Dios”, mientras la Defensora del Pueblo, Iris Marín Ortiz, alertó que no quieren más noticias de niños en el conflicto y recordó la obligación de respetar el Derecho Internacional Humanitario.
La historia de Lyan revela una Colombia en la que la infancia aún es blanco del conflicto, pero también demuestra que la presión institucional y social puede salvar vidas cuando se actúa con humanidad y firmeza.