18 de abril de 2024 - 8:47 PM
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Se fue la cantadora del llano: Silvia Aponte no escribirá más

La escritora araucana murió, y deja un legado de obras para la inmortalidad.

Silvia Aponte murió escribiendo. Inspirada en las letras y en su profundo amor por el llano. Recientemente había lanzado su obra «Amazona del Viento», que fue contada y analizada por las tertulias de la Red Pública de Bibliotecas.

Silvia se volvió grande con «Las Guajibiadas», que llamó la atención de la comunidad internaiconal, porque narraba los conflcitos sociales de los llanos por la teenncia de tierras.

Jorge Eliécer Pardo, amigo de la escritora, hizo una semblanza suya y cuenta su biografía

Asi son las letras de Silvia

SILVIA APONTE4En Silvia Aponte se cumple la sentencia de León Tolstoi: «cuenta bien tu aldea y serás universal». Autodidacta, tierna y fuerte, independiente y avezada, esta mujer relata, con la pasión de las historias populares y el conocimiento de la cultura del llano. Aprendida en la experiencia y no en la academia, la raigambre de un pueblo que muchos colombianos desconocen.

Nacida en Arauca el 2 de noviembre de 1938, ha vendido más de cincuenta mil libros en su largo trajinar por las letras que inició en 1975. Narradora e historiadora. Ha publicado más de veinte libros entre novela, cuento, poesía e investigación histórica.

Hija de Luis Blanco Castillo, venezolano, un amansador de caballos, vaquero y viajero que la llevó por los ríos, sabanas y pueblos de la Orinoquía.

Tiene la fuerza que exige una literatura apasionada y el ímpetu de una mujer que conoce la entraña del pueblo llanero como su propia entraña. Rescata la tradición popular, la que va de boca a oreja y que si no fuera por los escritores se perdería en la maraña de la tecnología y de las culturas foráneas que llegan directa o indirectamente. Los medios de comunicación están asesinando muchas de las tradiciones, solo los artistas y la conciencia de su importancia hará que permanezca para siempre.

Cuando se le pide que defina su condición de ser humano en la tierra no duda en decir que «es una escritora del llano, una ama de casa tradicional, una trashumante por los Llanos Orientales».

“Flor de Fango” de José María Vargas Vila fue un libro clave en su vocación como escritora. Lo leyó, a la luz de una vela, bajo las amenazas de prohibición, en una noche, desde entonces no pudo alejarse de la literatura, de los clásicos que su marido, Rafael Torres Gómez, un dirigente sindical que tenía una buena biblioteca y amigos como Camilo Torres Restrepo que orientaba sus lecturas y gustos estéticos y políticos y que llegó de la costa a trabajar en medio de los hermosos cadetes de la Armada.

Silvia Aponte (Foto: Blog Silvia Aponte)
Silvia Aponte (Foto: Blog Silvia Aponte)

El amor por las reivindicaciones sociales y el sindicalismo los llevaron a vagar por muchos sitios del país huyendo de la persecución. Para ella, la vida antes de ubicarse en Villavicencio, fue de agonía y privaciones. Gracias a la literatura y a la venta de sus libros, el rumbo cambió cuando tenía 37 años y escribió su primera historia.

En ese mismo año escribió para un concurso y recibió el primer premio con el libro: “La Catira María Eucadia”. Llanera, ejemplo de superación; entre las distinciones que ha recibido se destaca la nominación al premio Príncipe de Asturias por su pasión a las historias populares y el conocimiento de la cultura del Llano, aprendida de la experiencia y no de la academia.

Premio de honor de casa de las Américas en 1977 y nominada en 1991 al Príncipe de Asturias. Silvia Aponte es un ejemplo de superación, de lucha por hacer que el sueño de la fantasía, el doloroso pero gratificante momento de la creación y el amor por su tierra se conviertan en libros que sus lectores disfrutan y aman. Silvia es Miembro de Número de la Academia de Historia del Meta; nominada al premio Príncipe de Asturias, en las Ordenes El Centauro de Bronce y Lanza Llanera de Oro, en 1995.

Conferencista, investigadora, narradora oral, poeta y fabuladora de un mundo hermoso como lo es el llano de Colombia. Todos sus libros transcurren en la Orinoquia con los elementos culturales que pasan por su geografía y por el interior de sus habitantes. Antes de morir quisiera ver sus diez libros reunidos en un volumen para entregarlo a los lectores. Un libro donde ella no sea la editora y no tenga que padecer los abatares de la distribución y venta sino la autora de un trabajo que le ha costado muchos años, desvelos y soledades.

FRAGMENTO LA CANOA
LA CANOA MARAVILLOSA

SILVIA LA CANOA2Llano adentro, pero muy adentro, vivía un patriarca, dueño de hato, con sus tres hijos varones y sus tres hijas casaderas; pero un día el hacendado cayó víctima de una enfermedad que lo dejó ciego. El buen hombre consultó a médicos, curanderos y por último, a brujos; uno de éstos le dijo que solamente se curaría si le pasaban por los ojos una pluma del pájaro Sietecolores, un ave maravillosa que habitaba en un reino encantado, que su plumaje brillaba tanto como el arco iris y en su cuerpo se reflejaban con claridad los siete colores de éste; que cuando estaba despierto tenía los ojos cerrados y cuando dormía, los tenía abiertos.

El hijo mayor del ciego se ofreció para ir en busca del ave. El padre le regaló la mejor mula y un burro cargado con provisiones y dos alforjas llenas de oro. Le recomendó que llevara un buen perro que lo acompañara y le previniese de los peligros por el camino.

El joven partió llevando arrebeatado un burro cargado de víveres y en su espalda las dos alforjas de oro, seguido del perro. Bueno, se dijo, mientras trotaba llano a dentro, allí iba reventando pensamientos; tal vez si encontraba aquel reino encantado, a lo mejor él podría convertirse en el dueño de esa maravilla y jamás regresaría por las regiones de esos llanos desolados al lado de su padre ciego.

No bien había avanzado un trecho de sabana cuando le salió un zorro y se le plantó en mitad del camino. El joven le auchó el perro. – «¡Cuje! perro, mata ese zorro desgraciado que seguro se va a comer las gallinas de mi taita». El perro le salió a quemarropa al zorro, pero el animal se desapareció en fracciones de segundos.

El muchacho continuó la marcha, el llano se estiraba y se estiraba ante su mirada. Casi al medio día divisó el espejo de una laguna en el verde del paisaje, enrumbó las bestias hacia allí y se encontró con una solitaria ancianita que bebía y bebía agua como si nunca fuese a calmar su sed. En cuanto la anciana lo miró, le preguntó – ¿Para dónde vas, hijo mío? – Para donde me dé la gana y, además, no soy hijo suyo, respondió groseramente.

– Está bien, hijo mío, dijo la anciana con ternura.

– Pero dime. ¿Qué llevas en esa mula?

– Nada y, además… ¿a usted qué le importa? -respondió nuevamente, cortante.

– Está bien, hijo mío. – Si no vas a ninguna parte, a ninguna parte irás, si nada llevas, nada tendrás, vete, el mundo es grande y en él te perderás, dijo la anciana sentenciosamente. – Ni más me faltaba que un coscorrofio de vieja viniera a regañarme en estas soledades, refunfuñó el muchacho prosiguiendo su camino.

Aquella misma tarde llegó a una posada que no era otra cosa que una casa de juegos de azar donde la dueña se encargaba de robar a los viajeros cuanto dinero traían, haciéndole trampa en las cartas y en los dados, o embaucándolos con ejército de mujeres malas.

Así fue como nuestro personaje se dio a la bebida y al juego hasta que perdió toda la fortuna que le diera en oro su padre y, luego, jugó la mula, el burro, el perro y por último las prendas de vestir que llevaba puestas. La dueña de la casa de juegos lo despojó de las ropas y lo metió en un calabozo subterráneo donde morían todos los hombres a quienes ella estafaba en su casa de juegos.

El tiempo pasó, los esteros y lagunas se secaron, volvieron a llenarse. Nuevamente el llano se vistió de verde y el hijo mayor del ciego no regresó. Entonces el segundo hijo se preparó para ir en busca del hermano y el ave maravillosa. El venerable anciano, quien aún concebía esperanza, lo aprovisiono igual que al anterior, una mula de buen paso, un burro, un perro, buena provisión y dos alforjas llenas de monedas de oro.

También éste pensaba y actuaba igual que su hermano mayor. – ¿Ja…! si logro llegar a ese palacio encantado, no regreso a mi casa paterna. No faltaba más, que dueño de riquezas regresara a vivir en estas soledades. También el segundo hermano hizo exactamente lo mismo que el anterior. Se encontró con el zorro, le auchó el perro, se encontró con la ancianita, le respondió groseramente y llegó a la casa de juegos perdió todo cuanto llevaba y fue a hacerle compañía al hermano mayor, al calabozo subterráneo donde los hombres morían sin volver a ver la luz del día.

Written by
Redacción Chivas

Periodista, Director de www.laschivasdelllano.com y www.laschivasdecolombia.com